POR. JOSÉ H. ESTRADA MORALES
Prólogo del autor
Hablar de Néstor S, Martos es rendir homenaje a la inteligencia y al corazón. Es evocar un espíritu preclaro, pundonoroso, positivo, piuranísimo, que se proyectó a los demás con desinterés y amor. Desde “San Miguel” –“mi segundo hogar espiritual”, como solía decir – se dio íntegramente a la juventud: con todo su calor de maestro y hombre de letras. En Piura o en Huancabamba. Como en cualquier otra de las provincias piuranas, no hay institución u obra de trascendencia que no haya merecido su atención. Unas veces, ayudando a la realización. Otras, criticando constructivamente. Pero siempre, dándose con entusiasmo y fervor, propio de un hombre que había nacido para construir, para hacer patria, para hacer el bien.
Néstor Samuel Martos Garrido (Huancabamba, 26.11.1904-Piura,7.11.1973) |
Uno y múltiple fue Martos Garrido. Uno en su integridad plena, sin nebulosidades y sin dobleces. Como los caballeros antiguos, una vez que fijaba un derrotero nadie lo detenía: se entregaba abiertamente, con pasión, poniendo su sangre y su vida, en las causas que abrigaba. Y fue múltiple también, por la variedad y la riqueza de sus actos en el magisterio, en el periodismo, en la vida institucional, en el área de la cultura y de la producción intelectual. Fue una personalidad típica de la vida de provincias que supo empinarse con esfuerzo propio hasta alcanzar, con justicia, perennidad.
El romanticismo que afloró en su vida, lo heredó de su tierra natal Huancabamba, ciudad andina de belleza silvestre clavada entre el Pariacaca y Witilingún. El paisaje, polícromo, se reflejó en su alma sencilla, exquisita y abierta, ansioso de nuevos horizontes, Faltaban 19 días para cumplir 69 años de edad , cuando la muerte súbita, tremendamente dolorosa apareció a su paso. Y lo detuvo.
Sus primeros años
Fueron
sus padres don Samuel Martos Cruzado y doña María Esther Garrido. Nace el 26 de
noviembre de 1904. En vida Néstor, fue la síntesis de ambos. Heredó de él su vocación por el periodismo y la educación.
Y de ella, su ternura siempre fresca y hermosa cualidad de entregarse a los
demás. Su padre fue el primer
Inspector de Enseñanza en Huancabamba y
el que llevó a la tierra andina, la primera imprenta, siendo después editor del
semanario El Progreso. De ella heredó su
ternura, su vocación humanista, su amor
por la familia, su tremenda fe católica.
Espíritu despierto. Néstor se distinguió desde sus estudios primarios en la escuela particular del sacerdote Antonio Vega categoría que mantuvo después, siguiendo sus cursos secundarios en el Instituto Moderno de Trujillo y en las materias iniciales de Medicina en San Fernando, Lima. Alimentado por sus propias fuerzas interiores, fue siempre un espíritu anhelante de superación y un inconforme. Modesto en su actuar y saber jamás cesó estudiar. Buscaba siempre mayor luz y más amplias lejanías.
El periodista
Decisión importante en su vida fue cuando dejó sus estudios científicos para entregarse plenamente al periodismo y a las letras. Comenzó en La Industria de Trujillo como simple cronista, pero afirmó su vocación en las amistades y en las relaciones de esa época pertenecientes al Grupo Norte. En una carta pública a su madre, en 1935, fundamenta este cambio del bisturí por la péndola, dejando entrever desde entonces sus altas calidades literarias. De su estancia en la capital liberteña queda una serie de crónicas en las que aparecen retratos y biografías de personajes que con el tiempo tendrían figuración nacional en los diversos ámbitos.
Es contratado, luego, como Director de La Industria de Piura. Es aquí donde efectúa una labor de gran trascendencia que es necesario estudiar con detenimiento. No sólo es el periodista inteligente, activo edificante, piuranista el que sobresale. También es el intelectual que surge con luz propia y el hombre institucional que trabaja por Piura con vehemencia y amor. Fue Director durante 22 años dejando trabajos invalorables donde afloran su estirpe de hombre de letras y su pasión por este Departamento, al que se entregó íntegramente.
Sus crónicas aparecidas en sus columnas “Boliches” o “Aserrín” –firmadas por SOTRAN o utilizando normalmente sus nombres y apellidos- eran de lectura obligada en el medio, En estilo sencillo, directo, ameno, aparecían personajes, amigos de la época, cuando no un problema, una situación internacional, un clamor piurano. “Ojo de pollo” no fue una columna en el sentido técnico de la palabra. Era más bien una sección periodística. Era lo que en Europa de comienzos de siglo llamaban “Cajón de sastre” donde mezclaban desde dichos y sentencias, hasta recetas culinarias, pasando por consejos para vivir mejor, etc…etc. Punto fuerte y de atracción eran siempre los problemas de matemática. Se publicaba, primero, el enunciado y, ocho días después, las respuestas. Más de una polémica tuvo Martos alrededor de estas cuestiones matemáticas de las que salía airoso por su formación científica y por sus conocimientos continuamente renovados en su estudio diario.
Cuando pasó a El Tiempo, en su primera etapa, inauguró su columna “Voto a favor”, “Voto en contra” o “Voto en blanco”, según la intención del texto. Fue, asimismo, una columna seria, anhelada, tanto por los temas tratados como por el estilo elegante usado. En su segunda época mantuvo hasta el final de su vida –y aún más allá. Con su artículo que entregó la víspera de su muerte- la columna “Notas al vuelo” que alimentó periódicamente con toda la vehemencia que solía poner a sus artículos.
Fue un periodista nato que ejerció la profesión, con dignidad y amor, durante cincuenta años. Jamás abusó del poder que crea la pluma, ni se apartó de la verdad que es la esencia del periodismo. Fue rigurosamente respetuoso de los principios que norman la sociedad y nutren los sentimientos de Dios y de la Patria. El periódico era su aula grande donde dialogaba con su público, orientándolo, ilustrándolo. Fue el vehículo que utilizó con mayor pasión, empleando todas sus energías de hombre culto y creador.
¿Qué temas trató? La variedad de tópicos que le mereció atención estuvo en relación con su febril inquietud espiritual. Gustaba mucho de la mitología griega como buen profesor de Historia Universal que era y sentía también preferencia por los artículos científicos. Escribía sobre las causas de las variaciones climatológicas, sobre el origen de un eclipse, sobre la temperatura de las aguas marinas. Durante el período veraniego su palabra era esclarecedora sobre la presencia o ausencia de lluvias. Su artículo póstumo –que entregó horas antes de su muerte y que salió el 8 de noviembre- se tituló “Aprovechamiento de la energía solar” y trataba sobre el esfuerzo que se estaba haciendo en el Japón para suplir la carestía de petróleo. Todos estos temas eran para ilustrar, para fomentar la inquietud cultural en los lectores piuranos.
Asumiendo este carácter de periodista con vocación magisterial, no era plenamente abstracto ni meramente teórico o cientificista. Vivía en la realidad misma, escribía con el oído puesto en el alma de la colectividad y por lo tanta su pluma latía con los asuntos y situaciones del momento ocurridas en Piura, el Perú o el mundo. Informaba y comentaba. Y siempre sostenía campañas en favor de alguna obra de bien público. Por eso –lo reiteramos- no hubo obra de trascendencia en el Departamento que no mereciera su atención y apoyo. En sus momentos postreros, por ejemplo, dos eran sus preocupaciones: la instalación de la televisión en Huancabamba y la construcción del nuevo local para la Biblioteca Municipal de Piura.
Para el ejercicio del periodismo, Martos tuvo un estilo, su forma personal de llegar hasta el lector, sin bien con variados matices, según las circunstancias. A veces, seco, denso, con reminiscencias de su formación científica. Era cuando trataba temas de ilustración o cuando ahondaba algún tema histórico. Pero, en la generalidad, su modo e intensidad de expresión era fresco, flexible, asequible a la mentalidad popular. Jamás fue oscuro o alambicado, por lo tanto. Muy poco recurrió a las citas aun cuando utilizaba dichos en latín o en griego que dominaba por sus relaciones amistosas con el Padre Jesús Santos García o con Julio César Ginocchio Sánchez (“Rinaldo Prati”). Quién leía a Martos jamás recurría al diccionario era sumamente sencillo, fluido, poniendo en cada signo la sangre que tanto reclamaba para su estilo don Miguel de Unamuno.
Fue festivo también, algunas veces. Era cuando tomando el pelo a alguien, retrataba en su estilo su personalidad alegre, amical, su verdadero contenido fisiognómico. La expresión, entonces, adquiría requiebros, se volvía rumbosa, apelando muchas veces a dicho lugareños. Su chispa personal lo acompañaba, siempre dúctil y precisa para producir hilaridad. Un artículo festivo suyo era verle retratado de cuerpo entero poniendo apodos, haciendo burlas o simplemente contando un chiste. Tan acertadas, como risueñas, eran estas pinceladas que habiéndole tomado el pelo a mucha gente, nadie le tuvo rencor. A lo más, cólera momentánea que después se disipaba en el café o en las calles de la ciudad.
¡Que humano fue también desde el periodismo! Así como criticaba y orientaba, desde sus columnas también estimulaba. Nunca fue egoísta en su saber y capacidad. Cuando alguien lo merecía –un escritor en ciernes, un amigo ascendido, una persona que había practicado una buena acción, un joven estudiante de periodismo no le escatimaba su apoyo público. No existió para él la iconoclastía. Fue, más bien, positivo y como Maestro que era quiso que de los jóvenes salieran nuevos valores, nuevos elementos, que trabajaran por Piura. (“Hay que preocuparse por los relevos”: era una de sus expresiones usuales.) Por eso, siempre estimuló a los jóvenes. ¡Muchos de los periodistas actuales fuimos sus alumnos!
Fue, por último, excelente gremialista. Participó como elemento prevaleciente, en la fundación del Centro Federado de Periodistas de Piura y del Círculo de Periodistas de El Tiempo ocupando en ambas instituciones la presidencia. Fue miembro de la Junta Directiva de la Federación Nacional de Periodistas del Perú, después del Congreso del Cuzco. Asistió a todos los certámenes nacionales organizados por la Federación y participó, asimismo, del Congreso Interamericano que se llevó a cabo en Bogotá. En Piura, fue nervio y motor del gremio. Fomentó la unión y confraternidad entre los colegas, así como la superación. Nunca rehuyó la colaboración, sobre todo tratándose de gente que procuraba el mejoramiento. Siendo Secretario General consiguió, por intermedio del colega y senador Dr. Guillermo Gulman, un terreno especial para la Casa del periodista. Es decir, se entregó en alma a la profesión: escribiendo, orientando, ayudando al colega y amigo y estrechando vínculos profesionales en las instituciones que integró.
El maestro
Alma abierta
y sensitiva, Martos fue Maestro en la plenitud del término. La vocación
de enseñar le venía por heredad paterna y, aun cuando no recibió formación técnica
alguna, se desempeñó con eficiencia. Enseñaba con amor y mística de educador
nato. Se dio a los alumnos íntegramente
convirtiendo sus clases en una comunión ideal, franca, y sincera, donde se
aprendía espontáneamente y los conocimientos llegaban casi imperceptiblemente.
No era hombre de rigor, ni se imponía autoritariamente. Una clase de historia
era para el alumno una narración fresca, agradable, donde desfilaban nombres y
fechas. ¡Sabía enseñar Martos y llegaba fácilmente a los estudiantes porque
conocía su alma y sus inquietudes!
Ingresó como Profesor de Historia Universal en el Colegio Nacional “San Miguel” -el Alma Mater de Piura- reemplazando en el curso, al Dr. Francisco Lizarzaburu, Director del Plantel quien había sido trasladado con igual categoría al Colegio Nacional “San Juan” de Trujillo. Desde el comienzo, Martos fue querido por todos: Director, profesores, empleados, elementos de servicio y alumnos, quienes veían en el a un elemento no sólo inteligente y bien preparado, sino a un basamento firme dispuesto a la confraternidad y la alegría. Fue en esos tiempos cuando germinó la familia sanmiguelina. Cuando el claustro, ya centenario, era una república espiritual donde la educación se irradiaba en un clima ideal de amor y comprensión.
Formaron la institución, en aquella época, además del “Chino Martos” –como se llamaba en la intimidad- el Padre Jesús Santos García. Profesor de Religión y Capellán del Plantel. Roberto Nolte Garcés, Profesor de Matemáticas; Ricardo Lucio Espinoza, Profesor de Química; Dr. Francisco Escudero Franco, Profesor de Anatomía; Dr. Guillermo Gulman, Profesor de Economía Política; Ing° Ernesto Drouard Hensen, Profesor de Física y Dibujo; Wilfredo Obando Vásquez, Profesor de Música; Dr. Manuel I. Cevallos, Profesor de Castellano; Enrique del Carmen Ramos, Profesor de Historia y Literatura; Carlos Chávez Sánchez, Profesor de Historia del Perú; G. Plaza Espino, Profesor de Geografía; Dr. Julio Valdez Garrido, Profesor de Educación Cívica y Economía Política; Ing° Manuel Cortez y Coronel Zegarra, Profesor de Algebra; Carlos Robles Rázuri, Profesor de Castellano; Dr. F Pizarro Mori, Profesor de Economía Política. Y muchos otros profesores que entraban y salían. Era Regente otro personaje muy estimado: Sixto A. Ramírez, a quien lo acompañaban entre los Inspectores de Educación: Jorge Varhen Moreno, Ricardo Moreno, César Valladolid, Flores, León y otros.
Formaron todos, una auténtica familia, unidos por el común sentimiento de amor al viejo claustro sanmiguelino, ubicado en la Plazuela Merino después de su peregrinaje heroico en otros lugares. La labor profesional del cuerpo docente era esplendorosa. A sus aulas venían no sólo alumnos de Piura y del norte el país, sino hasta de Lima, atraídos por el prestigio y la calidad de enseñanza que se ofrecía.
Por su dedicación a San Miguel por su capacidad en la enseñanza, por su devoción a la juventud. Martos, se hizo querer con sinceridad y especial afecto. No sólo era el elemento representativo que ofrecía conferencias y participaba en reuniones de trabajo a nombre de San Miguel, sino que fue también el factor preponderante en la unión de la familia ¡Cuántos recuerdos, anécdotas, experiencias, quedan de aquellos tiempos de la Plazuela Merino! Martos está ligado, en la totalidad de su ser, a esa época rutilante del Alma Mater de Piura.
Cuando el Plantel pasó a su ubicación actual, convertido en Gran Unidad Escolar, el año 1962, Martos integraba también la plana docente como Profesor por horas. Enseñaba, siempre Historia Universal. Después fue promovido a Profesor Estable, cargo que desempeñó por días, pues renunció espontáneamente porque prefería su libertad en la ciudad, para compartir su tiempo con el periodismo y otras actividades de orden cultural y social. Estuvo en San Miguel hasta el año 68, después haber trabajado 32 años. Pudo haber salido dos años antes, recibiendo la integridad de sus beneficios sociales, pero prefirió quedarse por su amor a la juventud y su afán de colaborar con quien habla, Director entonces, en beneficio del Plantel. La banda de músicos que hoy ostenta la centenaria institución, de origen italiano y con 109 instrumentos, fue adquirida cuando él era Presidente de la Comisión Especial que se nombró.
Como reconocimiento a su labor en beneficio de la juventud sanmiguelina la Promoción de 1948 lleva su nombre y en 1967 recibió el Botón de Oro Sanmiguelino que es la máxima distinción otorgada por el Plantel como reconocimiento a quienes habían ofrendado su vida, enseñando en beneficio de la juventud o que se habían distinguido profesionalmente coadyuvando al prestigio de la institución. Todo lo que dejó en san Miguel: su vida, su pensamiento, su saber –será fructífero y bello- porque quedó anidado en el corazón puro de la juventud piurana.
El escritor
Su creación intelectual fue, asimismo,
trascendente. Martos fue un escritor, si
bien no muy organizado. Junto a sus artículos periodísticos, publicó
simultáneamente conferencias, folletos y libros. Eran muy solicitadas sus colaboraciones no solo por los temas sino
también por el estilo y la forma como los exponía.
En 1948 publicó su primera narración, una novela corta, “El cheque falso”, editada en El Tiempo con motivo de celebrarse las Bodas de Plata de La Industria, y como “una contribución a la celebración de este fausto aniversario”. La dedicatoria reza así: NO PORQUE VALGA ALGO, SINO POR SER ESTE MI PRIMER LIBRO SE LO DEDICÓ A LA SEÑORA MARÍA ESTHER DE MARTOS, MI MADRE ADORADA”. El tema es sencillo y contiene una crítica urticante. Se trata de las andanzas de un vividor criollo, limeño de nacimiento. Rafael Porta, que desea afincarse acá contrayendo un matrimonio de interés. Es un relato ameno, con un profundo sentido de la sátira contra el oportunismo y el arribismo. Es la condena de los falsos valores que viven más del relumbrón y del acomodo. Si hay algo ausente que se nota es el paisaje. No hay una sola pincelada del ambiente natural nuestro. Peor aun así, no mengua la intensidad de los diálogos, el dinamismo de las acciones y los bocetos de elementos humanos que viven a diario en la sociedad.
En 1957, publicó un pequeño folleto titulado “Historia con anécdotas del Club Grau” fue una publicación hecha con motivo del 72° aniversario de fundación de la Institución presidida entonces por don Antonio Leigh Rodríguez. Se incluye en dicho documento, el Acta de Fundación del Club y el relato de tres sabrosas crónicas sobre los apuros y actividades que realizaron tres miembros de la Institución –Guillermo Artaza, Américo Garcés y Juan Casajuana Cardona- cuando viajaron a Lima para conseguirla urbanización y lotización de los terrenos de la entidad piurana.
Siendo Secretario de Cultura de la Junta Directiva del Club Grau, en 1958; organiza e inaugura la Galería Merino. Con este motivo expone 33 réplicas de obras de este insigne artista piurano y publica un opúsculo –“Homenaje a Ignacio Merino”- donde incluye el testamento, las partidas de nacimiento y bautizo y un trabajo de Teófilo Castillo sobre la vida y obra de Merino.
En 1965, en el Primer Festival del Libro Sanmiguelino publica su novela corta y de fundamento histórico “El Correo de La Gasca”. (Esta misma creación es reeditada posteriormente en la Revista de la Universidad de Trujillo) Trata de las penurias que vivió en Paita, Piura, Trujillo y Lima, el enviado de La Gasca, Licenciado Gamboa. Es interesante no solo por el tema en sí; sino por la inclusión de una serie de personajes históricos, así como por el habla y vicisitudes de la época.
Con motivo de celebrarse el 15 de agosto de 1966 el primer centenario del fallecimiento de Ignacio Escudero publicó en la GUE San Miguel, en su calidad de Profesor Decano, un estudio que intituló “Ignacio Escudero: Tribuno Piurano” Reúne esta publicación cinco artículos publicados, con tal motivo. En el Diario Regional El Tiempo y que llevan los siguientes títulos: “Época en que actuó el eminente tribuno”, “Pugna ideológica entre Castilla y la Convención”, “Defensa Jurídica del Poder Legislativo”, “Cumplió deberes con Dios y con la Patria” y “El primer Poder del Estado” Es estudio es de reivindicación y difusión del importante tribuno piurano y se suma al que, con idéntico criterio, ha efectuado el Dr. Carlos Chávez Sánchez.
Su obra cimera es, sin embargo, en el ámbito histórico. Martos escribió “ La ciudad volante” después de haber ahondado muchos temas sobre el acontecer histórico de Piura. En El Tiempo parecen la primeras ordenanzas dictadas por los españoles en San Miguel, en 1532, así como temas diversos relacionados con la fundación de la ciudad y trabajos biográficos sobre Grau, Bolognesi y San Martín.
Su obra mayor, “La Ciudad Volante” no ha sido publicada aún. Han aparecido síntesis en la revista Piuranidad –hecha por quien habla y en Fanal, Año VII, N°32, Año 1952, afirmada por su autor. Es una obra seria, bien documentada, que arranca con la etimología de Piura y sus características en el período prehispánico, es decir, en la época Tallán. Martos opina que la palabra PIURA no procede del quechua aduciendo que: en la costa peruana son muy raros los toponímicos quechuas: que la dominación quechua en esta zona fue efímera; que nadie habla quechua en la región y que “si Piura deriva de PIRHUA con mayor razón se puede decir que Perú deriva del mismo vocablo, pues la similitud fonética es mayor en el segundo que en el primer caso”. Habla de los primeros habitantes, los tallanes, de sus características, de su habla, de su organización.
Se refiere, luego, a la fundación y a los diversos traslados: Tangarará, Monte de los Padres, San Francisco de la Buena Esperanza y el Chilcal. Hace mención de la evolución de la ciudad durante la Colonia; evoca el libro de los Cabildos dirigido y prologado por Ricardo Vegas García y se detiene en los nombres de las calles.
Al final menciona algunas fechas y sucesos importantes: La Condamine visita tierras piuranas en 1737; en 1740 estuvieron en la costa de Piura los sabios Jorge Juan y Antonio Ulloa; en 1619, se sufrió un terremoto; en 1728, el río tuvo una inusitada creciente. Termina la obra con una bibliografía nutrida que va dese las primeras crónicas escritas durante la Conquista, hasta la revisión de fuentes actuales de gran seriedad como los libros de Hans Horkheimer, los estudios de Don Víctor Eguiguren y el Diccionario de Mariano Felipe Paz Soldán. La muerte sorprendió a Martos cuando estaba dedicado al estudio de la cultura Vicús.
Quería ahondar en su investigación para luego entregarla a la Universidad de Piura para su publicación. “La ciudad volante” es, en la bibliografía piurana el más serio esfuerzo para dar a Piura su verdadera monografía. El autor con gran sentido científico, ha ahondado con seriedad y rigor, y hasta lo último no quiso publicarla porque continuamente encontraba nuevos datos y referencias importantes. Como queda dicho, últimamente le apasionaba Vicús. Lo consideraba un capítulo fundamental y en eso estaba concentrado cuando lo sorprendió la muerte.
Sus momentos postreros
Los últimos años fueron para Martos una constante creación y un feliz entregarse a la comunidad. No cesó en sus actividades. Habíase jubilado como profesor en San Miguel, pero seguía enseñando en San Ignacio y, en forma silenciosa, dictaba varios cursos a las empleadas de la Biblioteca Municipal, gratuitamente. Su casa, en la calle Libertad, era un aula, siempre con las puertas abiertas. Estudiantes, empleados, amigos – de acá y de otros lugares- llegaban hasta él para solicitarle informaciones, orientaciones, consejos para trabajos de orden intelectual. Y él, como educador por naturaleza, jamás se negó. Igual que los griegos antiguos, a veces dictaba sus clases hasta en la misma banca de la Plaza. Es decir, enseñaba permanentemente.
Estaba dedicado, asimismo, al Museo Grau. Fue un elemento valioso en su organización y funcionamiento. Amaba al Caballero de los Mares no sólo por su oriundez. Lo consideraba como el más humano de los héroes, al más generoso, al que concretaba en su pensamiento y en su acción los valores inherentes al poblador nuestro.
Escribía igualmente con pasión. No sólo para los periódicos. Publicaba en Norte de México, en la Revista Época y en varios periódicos de Lima. Jamás cesó de producir intelectualmente. Como hemos dicho anteriormente, hasta en las vísperas de su fallecimiento estuvo en El Tiempo dejando su último artículo. Es decir murió con la pluma en la mano. Siempre ilustrado…hasta más allá de su vida.
Fue el prototipo del intelectual. Amaba con pasión las letras. Todo en él era espíritu. No fue un obstáculo, para él, el estrecho escenario de la provincia. Supo empinarse y sobresalir con calidad espiritual. Su acción fue siempre rectora, si bien el estudio le demando heroicos sacrificios. Prefirió la soledad del trabajo a la vida artificiosa. Y jamás se arredró en la adversidad. Sacó el pecho cuando fue necesario y polemizó alturadamente. ¡Quién no recuerda las polémicas con Rinaldo Prati (Julio Ginocchio Sánchez) sobre la palabra “munícipe” o las divergencias sobre la cuna de Salaverry. Así como festivo o serio escribiendo, también era hombre de combate. Pluma al ristre, batallaba ardorosamente.
Pero además de todo eso fue hombre en se acepción esencial, en su significación orteguiana. Fue rector, caminante de un solo rumbo. Quienes lo leían apenas si conocieron la mitad de su contenido humano. Era bueno, si bien tenía fallas de hombre. Pero ninguno de los pecados del ángel caído: ni ira, ni soberbia, ni envidia. No recibió, en vida, lo que merecía por su inteligencia. Pero aun así jamás declinó su voluntad, su espíritu de entrega, si colaboración, su señorío. Como profesor, como periodista, como hombre, fue íntegro y jamás supo de dobleces. Enseñó hasta el final y jamás se negó ante las interrogantes de la juventud.
Así como un periodista nato, también fue ávido lector. Quien pasaba por su casa, le veía a toda hora leyendo o dialogando. No fue profesor de claustro solamente. Escrupuloso en la selección de los libros, siempre estaba al día en la biblografía. Su biblioteca era una valiosa fuente de consulta.
Lo sorprendió la muerte el siete de noviembre de 1973, al amanecer, cuando no obstante su edad, estaba dedicado a una serie de proyectos. Llevaba a Huancabamba en el corazón y buscaba la televisión para ella. Acá, su obsesión era la Biblioteca Municipal y por eso formó una Sociedad de Amigos. Quienes estuvimos cerca de él, hasta en sus momentos postreros sabemos de su grandeza de alma y su espíritu paternal. En los últimos años se acentuó su sensibilidad. Sufrió con el dolor ajeno y se llevó sobre sus espaldas angustias y aflicciones que no fueron de su pertenencia. Por eso nadie podrá olvidarlo. Quiso a su familia, como quiso a sus amigos, en una simbiosis ideal y luminosa. Era muy querido por gentes de toda condición. Y, por eso. Fue muy llorado: su muerte causó dolor en el canillita, como en el profesor o en la autoridad. Todos unánimemente, se conmovieron con su súbito desenlace y por la gran pérdida que ha significado para la cultura piurana su viaje definitivo, cuando menos se esperaba y cuando aún estaba en la plenitud de sus energías y de sus voluntades. Por eso lo recordamos y lo seguiremos recordando siempre. Como un Amauta que desde el pupitre o desde el periódico enseñó y trazó rumbos en esta patria chica que todos queremos. Rubén Darío anticipó su epitafio:
ERA LUMINOSO Y
PROFUNDO
COMO ERA HOMBRE DE BUENA FE
DISCURSO DE MARCO MARTOS CARRERA, HIJO DE DON NÉSTOR MARTOS EN EL HOMENAJE PÓSTUMO QUE EL RINDIERA EL CLUB GRAU EL 8 DE OCTUBRE DE 1974.
Como hijo de Néstor Martos, periodista y profesor a quien ustedes tienen a bien rendir homenaje especial otorgándole el Botón de Oro de la institución, en esta cálida noche piurana quiero expresar en mi nombre y en el de mis hermanos, nuestro más vivo agradecimiento tanto a la Junta Directiva del Club como a todas las personas que han tenido y tienen que ver con esta decisión. De manera especialísima saludo a Jorge Moscol Urbina por sus palabras tan generosas, a José Hipólito Estrada y a Juan Antón y Galán maestros sanmiguelinos y a todos aquellos viejos amigos que como Miguel Justino Ramírez voy a cumplir un rito de piuranidad.
A los hijos de Néstor Martos nos llena de satisfacción que en el mismo acto en el que rinde homenaje a Miguel Grau, el héroe por antonomasia de la Patria, se haya querido saludar a la memoria de nuestro progenitor, periodista y profesor de segunda enseñanza que seguramente tenía el mismo mérito que ustedes intentan: un acendrado amor por Piura que normó toda su vida intelectual.
Marco Gerardo Martos Carrera |
Séame permitido en esta ocasión hacer una breve reflexión en alta voz sobre lo que a mi entender significan actos como éste. Desde la perspectiva de la comunidad, rendir homenaje a un hombre muerto hace varios años, es el deseo de tener memoria colectiva, voluntad de pasado común. Justificación de lo humano a través de la historia, porque la historia la hacen fundamentalmente los hombre sencillos en sus hechos cotidianos. En este acto de búsqueda de valores ustedes han querido encontrarlos en Néstor Martos y al margen del acierto o error de esa elección, de las inevitables exageraciones que las circunstancias imponen, tal vez sin proponérselo ustedes están haciendo simplemente el elogio intelectual en un medio poco propicio como ha sido Piura está felizmente dejando de ser durante tantos y tantos años. En el caso de Néstor Martos, más importante que los breves libros que alcanzó a escribir, o que los innumerables artículos que publicó más, mucho más importante fue la voluntad de ser intelectual, un escritor en un medio adverso. Él fue como ustedes bien saben, un hombre optimista hasta el último día de su vida. Y si el intelectual no es optimista en el Perú, la realidad nos ofrece todos los días y a cada rato suficientes razones para desistir.
A cuántos novelistas conocemos, a cuántos poetas, cuántos dramaturgos, a cuantos articulistas que nos dicen con pesar que no tienen tiempo de construir y de escribir, de leer y de pensar, son con todos los defectos que puedan tener, los que hacen la vida intelectual de una comunidad.
Dicen los psicólogos, que los niños ven a sus padres primero como dioses, después gigantes y finalmente como seres humanos. Los hijos de Néstor Martos no hemos sido excepción: era un dios sin duda el que nos traía en nuestra más remota infancia a la piscina del Club Grau, para después ofrecernos aquí mismo, las más ricas limonadas del mundo. Fue después un gigante cuando escribía sus artículos defendiendo a su amado pueblo de Huancabamba, al viejo colegio San Miguel; era gigante sin duda cuando polemizaba con otros intelectuales piuranos sobre los variados asuntos. En nuestra adolescencia y madurez no siempre estuvimos, como es natural, de acuerdo con él, especialmente en cuestiones políticas. Pero fue así mejor. A quienes nos conocieron en esa intimidad, Nicolás Ubillús por ejemplo, les consta que no hubo sombra entre nosotros.
Ahora que está muerto y que ha entregado al círculo de nuestros manes familiares, y es el más alto de todos ellos nuestro corazón reconoce las leyes de la vida, aprende optimismo de Néstor Martos y se une al corazón de ustedes en esta celebración.
Muchas gracias.
NÉSTOR Y NÉSTOR
Desde la muerte
Néstor extiende su mano
y toma la mía
y el instante dura, dura
qué bien
Me permito recordarlo como la vía:
árbol grande, sereno, derecho,
verdor que camina por el arenal.
Tengo lo que él tuvo
a mi edad:
un hjo que crece
por los rincones
solísimo
y una gana de escribir.
He alcanzado fuerza conveniente
y si me falta
él me dará más.
Toco la mano de Néstor que crece
y me dice, qué bien, qué bien.