Por: FEDERICO EDMUNDO VARILLAS CASTRO (Piura, 2022- Piura, 05.08.2014) PRIMER FESTIVAL DEL LIBRO SANMIGUELIN0-1965
I. Cuando pensamos en el ser humano que desde centurias puebla este bendito trozo de la Patria Peruana, que orgullosamente llamamos Piura, y reparamos en el estado cultural por el que atraviesa, a pesar de sus acelerados pasos en los últimos tiempos e incitados por esta situación no nos conformamos por su comportamiento, máxime si de inmediato confrontamos su modo de ser con su estadio de progreso y encontramos ciertamente que no hay correspondencia entre el hombre y su momento actual.
Los poetas Federico Varillas y Armando Arteaga (Foto: Tierra Ignea) |
Bien sabemos que Piura, como toda la nación, está en el tipo de pueblos hoy llamados sub-desarrollados, lo que, en general, se caracterizan por la sujeción de la economía a un régimen puramente extractivo y no transformador de la producción, con la consiguiente secuela de anomalías y defectos para el normal mantenimiento y desarrollo de la población.
Al correlacionar el hombre con su producción y la cultura, advertimos con dolor, el lamentable desajuste, una penosa desarmonía, como si el piurano no percibiera la integridad del fenómeno socio-económico del que es actor, o como si pasivamente se dejara arrastrar por los acontecimientos y se sorprendiera de repente de la vastedad de la transformación en que vive.
Importa, por tanto en grado sumo, incidir, si no calar, en los contornos de su genio y su figura; y no con el ánimo exclusivo de retratarlo y fijarlo para la historia, sino con la noble y pertinaz esperanza de penetrar en la esencia de su carácter, para bien de la colectividad.
Sin alardes de sociólogo y muy lejos de la actitud pedante del falso sicólogo, reconociendo nuestras limitaciones, ensayamos con sinceridad y con amor una panorámica visión del comportamiento del piurano, vástago de una por mil razones noble progenie.
II. Corriendo el riesgo de que no falten timoratos que reciban este concepto como apresurado o impropio para decir lo menos, debemos afirmar que el piurano es un tipo humano sui géneris, que tiende a mirar el mundo, y de hecho así lo mira, con el rasero de las comparaciones.
En la generalidad de los casos, procede en forma silvestre, natural, pero en algunos, y no pocos, con visos de disimulo consciente y hasta bien cultivado, no reparando, al concluir su razonamiento y finalmente expresarlo en un símil, en la esencial circunstancia de que el término de comparación empleado haya sido pertinente, ni dando importancia posteriormente al resultado.
Mira, y establecida mentalmente la comparación, con rapidez asombrosa, habla expresándola, no siendo, por supuesto, el fruto de este razonar el mejor camino para entenderse en el mundo.
Pudiendo lucirse en un sincretismo digno de elevadas y esclarecedoras empresas dialécticas y discursivas, se aplica, consume y pierde en un juego intranscendente ya que no busca ni persogue la penetración y el ahondamiento en las cosas y fenómenos en forma deliberada, aunque a veces, sin presentirlo ni quererlo, las perciba y ubique en su más o menos correcta valoración.
Ahora bien, en virtud de que compara? Mejor dicho, porque compara? ¿Qué lo impulsa a comparar? I a comparar así, porque sí, sin habérselo propuesto, sin previa discriminación, sin plan ni finalidad alguna: sin necesidad? No puede decirse que un ínsito afán de cultura o de conocimiento. Pues, de ser así las cosas ya seríamos un pueblo de sabios. En verdad ninguna razón valedera le asiste para actuar de tal modo, ya que funciona bajo el signo del capricho, si de alguna manera hay que llamar al determinante de esa conducta. I el capricho es una gran razón. Los piuranos la llaman la GANA, la REAL GANA o la REGALADA GANA, o el GENIO el PURO GENIO, como con propiedad se expresan nuestros serranos antes sus ímpetus irrefrenables.
Se destaca y objetiviza de esta manera un rasgo típico de nuestro carácter: la ARBITRARIEDAD.
En sus acciones y omisiones, y en sus pasiones, en sus hechos y enjuiciamientos, en la vindicta como en ensalzamiento, en el perdón como en el premio, en la presencia como en el olvido, mal que nos pese, el piurano tiende hacia la arbitrariedad, actúa arbitrariamente.
Puede suceder que la arbitrariedad resulte desfavorable al mismo actor o prohijador, pero, a la larga, a nadie le importa, dándose incluso el fenómeno de la arbitrariedad tolerada y hasta consentida.
Bien observada, la arbitrariedad parece causar placer en el propio responsable, lo que no significa un navegar general en lo morboso. Pero lo cierto es que pocos se preocupan de no incurrir en ella, y nadie prtende curarse de su atractivo. I, antes, al contrario, se tiene la impresión de que su realizador se deleitara, diciéndose, él, y no siempre en la intimidad o la sordina, sino en alta voz y en procura de auditorio, que en la repetición está el gusto, que en buena cuenta deviene en el regusto de la arbitrariedad.
Como al incurrir en un comportamiento arbitrario, o realizar arbitrariedades, en poco o en nada se considera, y menos se consulta, el pensar ni el sentir de los demás, antes de caer en entredicho y ser acusado, el arbitrario se adelante y no repare en publicar jactanciosamente aladear de sus reales o imaginarias virtudes, y, si a menos viene, de sus posible o efectivos defectos y vicios siempre que esto lo distancie un poco de los otros, en el supuesto de que el alarde o la jactancia elevan y dan jerarquía,
Se infiere de esta actividad que el piurano, expresa o tácitamente, se estima y pinta, él mismo, como hombre listo, avisado, y, en mal disimulado tono de humildad, se sienta, como dice en el lenguaje vulgar un tipo “vivo”.
Empero, creerse listo, implica, en el fondo, supervalorarse y menospreciar a los demás, despreciarlos. Significa estimar que el resto del mundo, menos nosotros, menos cada uno de nosotros, está constituido por una celestial cáfila de tontos, por una mansa y fácil grei, exprofesa y exclusivamente preparada para servir como víctima propiciatoria de nuestras “geniales” vivezas.
De este enfoque se desprende el hecho de que a nadie importa, interese ni llame la atención, en su esencia , propósitos y consecuencias, lo que piensan los demás de sus actos, puestos de esta manera en el gratuito predicamento de personajes de proezas, malogrado éstas sean simples sean simple y efectivamente imaginadas, y aunque en realidad el actor mismo esté absolutamente seguro De que nadie, ni a medias ni a pie juntillas de crédito aló y responsablemente referido con tanta insistencia que más que certeza suscita dudas y desconfianzas.
Si alguien intencionadamente o sin ningún propósito incurre en el delito de formular dudas y manifestar su incredulidad ante los hechos y dichos el arbitrario nada impide que esté de inmediato acuda el recurso de las pruebas tanto más numerosas que el propio invoca ante en fin de cuentas y para el caso la cuestión fundamental no reside en que se acepte y créanlo pretendido por el arbitrario sino en que éste 30 a todos sin excepción alguna se mantenga firme en lo que sostiene.
Mantenerse firme en lo dicho o sostenido o realizado, bueno o malo es quedar bien. Vale decir: QUEDAR BIEN es mantenerse en el capricho, en la arbitrariedad, aunque se barra a quien se cruce en el camino o lo barran a uno mismo. Quedar bien, en suma; equivale a quedar bien como hombres.
La firmeza en el comportamiento deviene así en señero signo de hombridad. De aquí que el común de las gentes, sin examinar el fondo del comportamiento, deteste al voluble, desprecie al inestable.
La firmeza en el comportamiento, además, hay que exhibirla, hay que lucirla con lo cual se da tinte a esa forma de la vanidad llamada “PALANGANADA”.
Sin llegar a la chulería, la palanganada del piurano deviene en inusitado toque de hombría, razón más que suficiente para que todos, contra viento y marea, aun cuando no se identifiquen con tal modo de ser, y reconozcan que se trata de un defecto, lo soportan. “Así es él”, dicen, en tono explicatorio, no siempre disculpatorio.
La propaganda se hace. No con frecuencia, pero se hace. Es como una elegancia. No importa cómo es recibida. Interesa que ruede, que la conozcan. Preocupa su existencia; no su final ni sus proyecciones.
Consecuentemente vale un GESTO, la actitud decisiva. Por qué ella rescata del montón, vuelve inconfundible. Individualiza. Hay una especie de vívido y ardiente anhelo de no, perderse en el anonimato, de no acabar sin ser notado. Más que en otros sitios, aquí es todo un signo la prevención amical que surge en momentos de confusión: “Olvídame pero no me confundas”.
Por esto, en mayor o menor grado, el piurano es gente de DESPLANTES. Somos gentes de desplantes. A cualquiera, grande o chico, insignificante o poderoso, lo dejamos parado, y en seco, sin respirar y nada que decir. Y jamás perdemos la oportunidad para efectuarlos. Ganemos o no con ello. Y a veces si lo realizamos, lo inventamos, para erróneamente darnos lustre, prestancia. Y, por supuesto, nunca olvidamos a los que “plantamos”. Sobre todo, si nos consideramos superiores, ya sea por la posición social, por el linaje, por el dinero, por el poder, por la profesión o por la cultura.
Para destacar nuestra disposición para “plantar”, en socorrida palanganada, decimos que no nos dejamos pisar el poncho aunque no lo hayamos usado jamás.
El desplante casi siempre va rubricado por expresiones groseras con palabras soeces, las que, a veces y no pocas, lo encarnan en sí mismas Sin exagerar, contados son los que se ufanan de escapar a su uso, para manifestar hondas molestias o inferir agravios.
Los más educados sufren menos de lo que debieran cuando las escuchan. Quizás suceda esto porque las palabras duras, felizmente en número reducido, y lejos de entrañar esto un ensalzamiento, en su desnudez brutal surge en instantes de sinceridad con uno mismo principalmente apetece y reclama la conciencia, la que, por esa vía, aprovecha para desfogarse y mantener su equilibrio.
Cada conciencia piurana es un volcán listo a estallar sorprender al mejor calculador en cuanto a los alcances de su explosión. Callada sufre con la combustión lenta; pero cuando está se expande sin medida ni control. Y en el estallido se libera, a su modo y en su momento de las cargas que la angustian y atosigan. Cierto francés decía que en circunstancias especiales hay que ensuciarse la boca para limpiarse el corazón. Algo parecido sucede en nuestro medio.
Sin faltar a la verdad, se colige de lo anterior que el piurano se conduce en forma tal que, él mismo, ignora, y esto no le preocupa, hasta el momento de actuar, el camino por el que lo van a llevar sus decisiones.
Sin detenerse en los antecedentes, la deliberación es rápida, circunstancia en virtud de la cual la conciencia se ve impedida de saber el punto al que arribará, produciéndose la decisión, muchas veces, no solo contra la razón sino contra los propios sentimientos, como si se buscara lo impensado no impresa entendido hoy es una suerte de juegos con el destino lo impensado. lo impresentido.
En una suerte de juego con el destino, lo impensado, lo impresentido atrae y absorbe, no por lo que en sí lleve o reserve, sino como sorpresa. Adviene así una invencible devoción por la inspiración y el exabrupto, que persuadan, deslumbran y avasallan.
Mas, el culto a lo impresentido, a la inspiración y al exabrupto, así, inopinadamente entraña un desdén por los mecanismos, resortes y controles de la razón, juez insoslayable de la vida y de sus actos, a la que, sin embargo y con frecuencia se pone de lado y olvida.
Y como la razón es equilibrio, armonía, serenidad y el exabrupto prácticamente su negación, el culto éste último se confunde con el culto a la sinrazón.
No obstante la prevención y el disimulado desprecio de la razón, como si no sirviera para nada y antes fuera estorbo, nadie se siente lejos de ella, creyendo paradójicamente todos gozar de su generosa y callada asistencia. Pues cada quien cree tener razón a su manera.
Por esta patente liberatoria de los dictados de la razón, que aleja de la realidad, y sin que nadie se estime un loco, resultamos tercos en lo que negamos y emitimos, contumaces en nuestras nuestras exclamaciones, afirmaciones y dudas.
Cuando las pasiones nos sobrecogen, las dejamos discurrir, permitiendo que campeen desbordadas, seguros de que nada ni nadie se resentirá con su estallido. Y a veces perseguimos y esperamos la oportunidad para que otros exabruptos y apasionamientos vengan a borrar la impresión dejada por la similar anterior, ya minada peyorativamente y superarla si cabe.
Más, si de repente nos da por decir o hacer lo que nos viene en gana, sin reparar en vientos y marea, y aun decididamente contra sus embates, quizás alguien pudiera arriesgar la idea que lo triunfante de tal comportamiento es la voluntad. Pero, no es así. En realidad ocurre lo contrario. La que fracasa es la voluntad, porque no se impone.
Sufrimos por falta de voluntad. Nos sentimos muy huérfanos. I no se trata de una ataraxia ni de cosa por el estilo. La ataraxia cuando se produce corona el esfuerzo, y aparece como una íntima degustación de la voluntad al ver logrado el fin que se perseguía. Pero nosotros no ocurre de este modo, ni hay goce. Abierto velado hay sufrimiento, desazón, al constatar omisa nuestra voluntad, cuando no débil y quebrada y siempre distante del objetivo racional y el sentido común.
Quién actúa con un plan y con los ojos elevados en un objetivo gana fácilmente el reino de la consideración general y conquista los afectos, sin más arma que la voluntad guiada por una firme decisión.
Hay como un apresuramiento en tejer una corona triunfal al hombre de acción, al que primero se admira, luego de reverencia y finalmente se teme, manteniendo en todas las instancias un espectante respeto, que lleva a convertirlo tácitamente en un intocable, al que ni nosotros mismos en nuestra intimidad nos atrevemos a discutir.
Esta conducta encuentra su justificación en el examen de nuestras acciones y omisiones.
Quien algo hace allí donde nosotros no lo hicimos, ciertamente ha superado nuestras expectativas y tiene por consiguiente expedito su derecho para actuar como actúa, hacer como hace y ser como es, lejos de nuestra crítica, ajeno a nuestro control.
Un triunfador de tal jaez lógicamente ha de entenderse que no es corto ni perezoso. Y cómo conoce las proyecciones de su acción y sabe nuestros defectos, en medio de un temor reverencial, desempeña su papel a las mil maravillas. La Ley y la Moral le resultan a la postre arcaicos prejuicios provincianos a los que no hace caso i pone a un lado si en cualquier momento se convierten en un obstáculo para la consecución de sus propósitos.
Empero, si todos, por acción o por omisión, directa o indirectamente, cooperamos a la creación y sostenimiento de un imperio al hombre de acción aunque sea un afortunado aventurero, ningún piurano lo acata sin dolor y sin vergüenza, porque todos lo reciben, tratan y sienten como un fatal castigo a la desidia, y todos por igual lo sufren.
Para liberarnos siquiera en parte de la insoslayable angustia originada por nuestras propias flaquezas, caemos en una necesaria explicación de las cosas y procesos de la vida. Sin proponer sin proponérnelos y por pura carambola resultamos con una filosofía: “Cada uno debe ser lo que es, y como quiere ser”. “Nadie debe meterse en la vida ajena”, “Cada uno debe hacer lo que le venga en gana”. “No hay que mortificarse por lo que pasa”.
Con estos aforismos trazamos un esquema de vida que se diluye al primer raciocinio, pero que, al mismo tiempo, y con el hecho de su formulación cuasi teórica, nos lleva a terrenos desconocidos en la práctica y efectivamente insospechados por cada uno de nosotros.
Una vida así, que no es paradisíaca ni infernal, pero que sí tiene mucho del limbo, nos pone a merced del capricho, del albur, y al no tener entre las manos un instrumento que nos asegure el futuro, nos rendimos a la creencia en el azar, sintiéndonos como presos por fuerzas que no podemos gobernar y manejados por las mismas.
En vez de indagar en la realidad nos alejamos de ella, felizmente sin despreciarla.
Equivocadamente nos sentimos como jugadores cuyas cartas están su sombra inquietante. ya echadas, y pensamos que sólo cuando abandonamos la materia llegaremos a saber cómo es el cuerpo que proyectó sobre nuestra existencia su sombra inquietante.
Visto así el piurano, un encadenamiento de actitudes reveladoras de factores positivos y negativos que integran su personalidad social, aparece, sin ninguna trascendencia y su destino, completamente diferenciado de los demás tipos humanos que forman y dan sustento a los que se llama la Nacionalidad Peruana.
Esta diferenciación con los tipos regionales que habitan sobre el territorio peruano, obliga a indagar por los posibles determinantes de ese encadenamiento, que son los que dan forma a su genio y a su figura.
En un sondeo repasamos los factores en que acaso reside la causa de su original modo de ser y conducta:
1) el factor legal;
2) el factor racial;
3) el factor geográfico;
4) el factor social; y
5) el factor económico.
EL FACTOR LEGAL
¿Será acaso el status legal, el aparato administrativo y jurídico en que se desenvuelve la vida del piurano, la causa de su peculiar modo de ser?
En Piura, como en el resto delpaís, existe lo que se ha dado en llamar el PAIS LEGAL Y EL PAIS PROFUNDO; uno en la letra de sus disposiciones legales y el otro en la cruda y dura realidad; situación que viene arrastrándose desde la época de la Conquista Española, que se afianzó en el Virreinato, en donde rigió, plenamente aceptada y sin efectiva sanción, la práctica casi burlesca de que “la ley se acata pero no se cumple” y que, al instalarse la República y transcurrir con sus gritos y revueltas, olvidos y apresuramientos, mantuvo tan lamentable discordancia; la misa, que naturalmente ha tornado escéptico , receloso y desconfiado al hombre, además de mantenerlo alejado de la justicia y de la administración, a la que mira con letra muerta, reservada para los validos de turno y a los que acude por necesidad.
Empero este deslizarse de la vida social, en dos planos distintos, una en la teoría y otro en la práctica, no es privativo de Piura, sino de todo el Perú, y en general de la América hispana. Y ello por lo tanto no explica el fenómeno.
EL FACTOR RACIAL
¿Será entonces el factor racial, con el aporte étnico de alguno de todos los gruopos asentados en esta tierra?
VEAMOS SU POSIBILIDAD
El grupo racial indio, que es básico y el más abundante, individualizado, aun cuando esta separación no sea científica, porque no vive aislado, sino en contacto con los otros grupo sociales, tiene un esquema espiritual hasta la saciedad repetido en textos elementales y un quehacer no coincidente en su totalidad con el descrito como propio del piurano. Y si bien, en algunos aspectos, pudieron encontrarse similitudes y acercamientos, no llega, ni forzando la figura, a la identidad.
En cuanto al blanco, si con la misma Europa, donde vive hace miles de años, no ha podido cristalizar en formas inconfundible respecto a las demás razas humanas, siendo sus reacciones y comportamientos algo así como una intrincada red, con mucha mayor razón no puede ser considerado como el principal precipitador ni el modelador del espíritu piurano.
Tampoco puede atribuirse al negro el ser su factor determinante, Pues, aparte del volumen, muy inferior al de los otros grupos, especialmente, sobre el indio, su devoción al ritmo, su estentórea alegría y su no desmentida inclinación a tratar las cosas principalmente desde el aspecto mítico-sexual, no puede decirse que sen los rasgos con los que delínea y precisa el carácter del piurano.
Traducido en volumen e importancia, y con cien años de existencia sobre nuestro suelo, el asiático, frente a la totalidad, resulta con casi nula signficación en el alma del piurano. En conclusión: no reside en lo puramente racial la explicación, ni mucho menos en la hipotética suma de virtudes y defectos.
EL FACTOR GEOGRÁFICO ¿I la geografía?
Singular es el mapa de Piura, Sus bahías abiertas y su costa libre de tempestades, llaman al abandono a la desidia. Su mar, tranquilo y rico, inspira una vida plácida, fácil. Su gran desierto seco, incita a la meditación y al ascetismo. Sus valles, verdaderos hilos de verdor, en medio de la sequedad y el yermo, la arena y el pedregal, con aguas periódicas y de volumen variable, que van desde la exigüidad lindante con la sequía hasta la abundancia propia de las inundaciones obligan a la previsión y el cálculo, al trabajo constante y periódico. Sus tierras difíciles, con su sub-división en pequeñas unidades en las que todo lleva a la dispersión y al recelo. Sus lluvias de régimen sui-generis, pue su periodicidad anual, no descarta, cuando menos espera, sus prolongadas ausencias, seguidas de sequías, que obligan a desconfiar hasta del cielo. En fin tantos estados engendra nuestra múltiple geografía, que no cabe sacar de ella un módulo generalizante y común.
EL FACTOR SOCIAL ¿Será su causa la organización social, con sus injustos estamentos y divisiones?
No tampoco es su causa. Porque actualmente el hombre, pese a la división social existente, cualquiera su origen y precedencia, se ubica en la escala social según los medios de que dispone, y cambia de posición, subiendo o bajando, conforme gane o pierda, hablando. Pues, muchos, ayer artesanos, obreros y campesinos, son hoy ricos y civilizados y cultos y hasta poderosos; e igualmente, a la inversa, no pocos antes aristocráticos, pudientes y con grandes influjos, se han perdido en el anonimato y en la vaguedad, al caer en la pobreza y la miseria. Prácticamente, nada, en nuestros tiempos, le está vedado, desde el punto de vista de la estratificación social, al que conquista fortuna, venga de donde viniere.
A mayor abundamiento, la situación social del piurano es igual a la del resto del paáis, con lo cual no tenemos en este aspecto una existencia especial, que , por la vía de la diferenciación sirva para explicar nuestro comportamiento.
EL FACTOR ECONÓMICO
Sin forzar los hechos, ni acomodar los acontecimientos, miremos un poco en el pasado, para arrobar al presente.
Antes del desarrollo y expansión del Imperio Incaico por el Norte peruano de hoy, floreció, en estos territorios de Piura, entre otras una importante cultura indígena, la de los Tallanes, cuyos restos aún se encuentran a poco de cavar la tierra; pero los hombres a ella pertenecientes, fueron avasallados por los Incas y literalmente barridos, sobre todo en la costa, en cuanto a cultura se refiere.
La Conquista y el Coloniaje, ya no el tallán puro, aino el indio piurano bajo el influjo del Imperio Cuzqueño, venció, acorraló y redujo a unos cuantos ayllos, germen de posteriores comunidades llamadas de indígenas. Alimentados por el trabajo de los indios, en los pueblos y ciudades, sentó sus reales una minúscula pero todopoderosa facción de españoles e hijos de éstos, a cuya sombra se formó y creció, mediatizada e inerme, una población de mestizos.
La República encontró una población de mestizos resentida contra los blancos, más allá del color han devenido en “blancos” por el poder económico y social; y una gran masa de indios, como mar de fondo, despojados, humillados, pero, al mismo tiempo, con los ojos del alma bien abiertos, aunque impotentes, contra los avances voraces de los blancos y mestizos, a la larga coludidos en el tácito e infame pacto de explotación delos humildes, ya sean indios o mestizos.
La economía, los sistemas dentro de los cuales ha vivido, oscilando entre la explotación feudal y la miseria de los campos y ciudades, su supervivencia, como saliendo de un naufragio, han convertido a cada piurano en una ínsula, de la cual es el único señor y dueño, pero de la que de repente sale en inesperado ataque o en plan de imainaria defensa.
Nadie, por eso, más sencillo, calmado, llano, franco, amiguero y hospitalario qque el piurano, que ha visto crecer , en medio del sojuzgamiento y el dolor, todas las formas y modos de la codicia y la livianidad, del abuso y del poder, de los éxitos gratuitos y de las injustas frustraciones sin aparente fin.
Razón tuvo el poeta Juan Luis Velásquez cuando dijo de Piura:
Qué soledad sin soledad siquiera
Qué trincheras tan altas sin altura
Contra quien jamás le hiere el plomo.
Qué genta tan llena de recodos
enlodados en este desierto sin lluvia
ni rastrojos.
Qué vida tan al cielo raso
ante este cielo alto franco y claro
de primavera.
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