Por:
Miguel Godos CurayLos Funerales de Atahualpa, cuadro insigne del pintor Luis Montero Cáceres.
La
nueva novela Los Funerales de Atahualpa de Roberto Talledo Manrique aborda un
tema apasionante y poco conocido en Piura. La vida, trayectoria y obra del
insigne pintor piurano Luis Francisco Montero Cáceres (Piura, 7.X.1826 -
Callao, 22.III.1869). Sin duda, uno de los más representativos del siglo XIX
junto a Ignacio Merino Muñoz (Piura, 30.I.1817-París, 17.III.1876). Merino
nació nueve años antes que Montero. Al asumir, en 1841, la Dirección de la
Academia de Dibujo y Pintura de Lima fue maestro de tres grandes promesas de la
pintura nacional: Francisco Laso, Luis Montero y Francisco Masías. Los más
destacados pintores de la república. Todos ellos se nutrieron de las técnicas
de la academia y como Rembrandt aprendieron que el juego de luces y sombras constituye
el secreto de cualquier cuadro en donde aflora la íntima espontaneidad del
retrato o de la escena en este menester en donde el artista recrea en la mente
lo que quiere alcanzar con sus pinceles, la paleta o el estilo personal que
pasan a ser atributos secundarios. Con Luis Montero sucede lo mismo es un
estudioso del detalle en el que cada imagen tiene su contexto y propia
significación. Por eso su cuadro Los Funerales de Atahualpa, en formato
extraordinario, deslumbra y conmueve.
IGNACIO MERINO Y LUIS MONTERO: DOS GRANDES DE LA
PINTURA
Montero
Cáceres nació cinco años después de la jura de la Independencia de Piura el 4
de enero de 1821. Desde este momento Piura es escenario de convulsión política
y resistencia cuyo desenlace funesto fue la nefanda noche del 7 de junio de
1829 en la que Gamarra depuso al Presidente y Gran Mariscal del Perú don José
de la Mar quien participaba aquel día de un recibimiento cordial de los
piuranos. Su excelencia fue sacado a la fuerza de la reunión y obligado a
marchar a Paita y embarcado en una goleta estrecha y desvencijada de nombre
Mercedes con destino al destierro en San José de Costa Rica donde murió en la
pobreza y conmovedor ostracismo el 11 de octubre de 1830. Sus restos fueron
traídos a Piura por doña Francisca Otoya, quien los guardó en su casa de la
Calle Real y posteriormente jirón Lima hasta entregar la urna con los restos
del Gran Mariscal a la Comisión del Supremo Gobierno el 28 de enero de 1847.
¿CÓMO ERA PIURA? EL TESTIMONIO DE HIPÓLITO UNÁNUE
Cuando
el polígrafo Hipólito Unánue edita su Guía del Perú en 1796 la población del
partido de Piura era de 44,491 habitantes de los cuales 2,874 eran españoles;
24,797 indios; 10,654 mestizos; 2,503 pardos libres y 884 esclavos. Regístrense
también 61 clérigos y 18 religiosos. En el orden militar hay un batallón de
Infantería de 430 plazas, un escuadrón de 240 plazas, un escuadrón de Chalaco con 235 plazas y un escuadrón de
Amotape con 240 plazas.
Este
es el escenario donde se desarrolla el sabroso relato de historia y ficción
sobre la vida de Luis Monero un olvidado artista nacional que en su momento fue
destacado alumno y discípulo de Ignacio Merino. Montero murió a los 43 años
víctima de la fiebre amarilla que desolaba el puerto del Callao. Grau, se
inmoló en punta Angamos a los 45 años. La grandeza de Piura se convirtió en
sueño eterno a una edad prometedora.
El
relato de Talledo Manrique reúne detalles entrañables sus propias vivencias
personales en las aulas sobre este
personaje que mereció la admiración de
los vecinos que lo consideraban un combativo héroe de los que decoran parques y
plazas. Pero no, Luis Francisco Montero Cáceres, era un pintor, un artista de
enorme significación para el Perú. Su existencia tiene ribetes de audacia y
aventura por Europa en donde gracias al apoyo del gobierno pudo realizar con
mucha incertidumbre su formación académica. Los vaivenes de la política, muchas
veces, lo dejaban sin las puntuales remesas del gobierno. Merino vivió sin
apremios en París. Montero en Florencia, hacía malabares, dedicado a su
formación como pintor.
ROBERT
TILLER UN ENTRAÑABLE MAESTRO DE ARTE
Imaginemos
al buen padre implorando al pintor José Anselmo Yañez impartiera clases de
dibujo a su hijo Luis Francisco. Yañez, procedente de Quito, se dedicaba al
retrato de los ricos señorones de las haciendas y jabonerías de Piura. Sus
lienzos decoraban las viejas casonas de la Calle Real. El quiteño en ningún
momento mostró disposición por compartir su arte temeroso de la competencia.
Fue en estas correrías y vicisitudes que cayó por los calabozos de la cárcel de
Piura, Robert Tiller, un norteamericano falsificador de moneda. Sin embargo,
hábil y diestro en el arte de la pintura y la miniatura.
Tiller
impartió diarias lecciones de dibujo al adolescente Luis Montero con la
generosa posibilidad de mejorar la merienda austera y frugal de la prisión. La
indeleble pasión por el dibujo y la caricatura se acrecentó en el pequeño
gracias a Tiller, una especie de yanqui en la corte del rey Arturo. Montero a
los once años fue aplicado alumno de las impecables lecciones de arte tras las
rejas. Eso sí, siempre, bajo el atento cuidado de Toya su espléndida nana de
ébano fino.
CIUDAD
DE TRAJINES, ALGARROBOS Y DUNAS
La
Piura independiente de 1826 era diminuta y dependía de los trajines de los
viajeros por las sendas de caminos movidos caprichosamente por los vientos que
mudan a su antojo los médanos y dunas del desierto sin dejar atisbo de las
huellas en la arena. Los arrieros se orientan por el sol, si es de día y por
las estrellas en las noches consteladas. Una señal segura es la de llevar
siempre el viento sobre la cara y seguir las huellas de los arrieros que sin
suprimir fatigas reposan en improvisadas pascanas.
El
agua es transportada en calabazos en cada uno de los bolsones de enormes
alforjas para la sed de la piara durante el viaje. Los indios y mestizos visten
a la española y las mujeres un anaco negro sin mangas que atan a la cintura. Las solteras y viudas lucen dos trenzas. Las
casadas una sola con la que forman un moño que recorre la espalda. Usan rebozo
para protegerse del sol inclemente como en el Magreb. Entre los árboles
favoritos destacan el algarrobo proveedor de forraje y el tamarindo para
elaborar refrescos. En el trayecto a Lima siempre llevan atados de cascarilla
procedente de Loja para la calentura de las tercianas y otras hierbas de la
farmacopea local.
LAS
MEJORES MULAS DEL PERÚ
La
vida económica de Piura se sustenta en el comercio intenso con Loja y Quito del
pabilo de algodón; jabones y cordobanes obtenidos del sebo y pellejos de los
hatos de cabras que abundan en los poblados dispensando leche nutritiva con la
que elaboran quesos, quesillos y natillas bien ponderadas por su delicioso
sabor. Son muy apreciados los asnos, llamados piajenos (el pie ajeno), para el
transporte y las faenas agrícolas. Las mulas, son las más apreciadas, en toda
la región por ser consideradas las “más finas y mejores de todo el Perú”.
Recuas de burros facilitan el comercio de la sal entre la costa y la sierra.
La
Piura de 1826 mantiene el trazo de su fundación definitiva el 15 de agosto de
1588 bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. En medio la plaza
mayor, al frente la Iglesia, al otro extremo el cabildo, la cárcel o justicia,
a la izquierda el hospital Betlemítico y a la diestra los solares de los
principales vecinos. Al norte las jabonerías y barrios de negros, al sur el
barrio de Indios de la parroquia de San Sebastián. En este ambiente movido por
noticias de boca a oreja transcurría la vida de Piura. Imaginemos al mozo Luis
Francisco Montero en sus recorridos por la plaza en donde recalaban con sus
piaras los mercaderes del norte y sur de la ciudad.
LA
AUSTERA VIDA DEL ARTISTA EN EUROPA
Podemos
dar fe de las numerosas pesquisas del autor en archivos, bibliotecas,
publicaciones, entrevistas, diarios que dan cuenta de la trayectoria de Montero
en Europa, su vida austera y precaria a consecuencia de los desentendimientos
políticos en Palacio de Gobierno. Su itinerario por La Habana (Cuba) es un hito
importante en su vida. Su viaje y presencia en Cuba es posible gracias al Conde
de Cheste hijo del Virrey del Perú don Joaquín de la Pezuela. Es aquí, en La
Habana, en donde conoció y contrajo marimono con Juana López Coz nacida en
Puerto Príncipe y compañera inseparable hasta su muerte.
En
Cuba fue incorporado como miembro honorario del Liceo Artístico de La Habana.
De retorno al Perú el 7 de agosto de 1860 inauguró en Lima junto con Francisco
Laso una muestra de pinturas. En las diecinueve obras de Montero estuvo El
mendigo y su hija, El Perú libre, Magdalena, La degollación de los inocentes,
entre las más importantes. Laso expuso su Santa Rosa de Lima, Habitante de las
cordilleras del Perú, La justicia y Las tres razas.
UN
ITINERARIO DE INOLVIDABLES RECUERDOS
Junto
a los relatos sobre el pintor Montero queda el itinerario de Roberto Talledo
Manrique al lado de Armando Arteaga, un humanista sensible y gran lector, sobre
tantos rincones de Lima con historia y recuerdos inolvidables. Horas
interminables de conversación en las que inteligencia e imaginación dan vida
con la lámpara maravillosa del recuerdo a esa historia menuda y a la evocación
sentida del ayer. Pocos como él practican el humanismo como una forma de vida.
Como esa posibilidad de evocar y vivir en carne propia la grandeza intelectual
del Perú. Es un rescate necesario que hay que brindar a los jóvenes a quienes
esperan las bibliotecas. Este fue un motivo cardinal de las conversaciones con
LAS, Vargas Llosa y Miguel Gutiérrez. El humanismo es mucho más que un desafío
intelectual. Es descubrir, en las democráticas librerías del suelo, que los
jóvenes que más leen son los que menos tienen. Ahí está cifrada la esperanza en
un Perú mejor en donde se expande la inteligencia y el saber. Roberto puedo
decirlo. Has dado en el clavo algo así
como la vehemente pasión de Conrado Ruiz
cuando tenía ante sus ojos un sello postal irrepetible.
VICENTE
QUESADA EL BIÓGRAFO DEL ARTISTA
El
biógrafo Vicente Quesada (1867) da cuenta de su presencia y formación académica
en Florencia tras recibir una beca otorgada por el presidente Ramón Castilla a
quien Montero había retratado en una miniatura con la opinión favorable de
Ignacio Merino. Montero estuvo en Florencia en tres oportunidades y sus logros
están perennizados en sus cuadros: La
Venus dormida, considerada el primer desnudo pintado en Sudamérica (1849-1851);
La limeña en la hamaca (1855) y Los Funerales de Atahualpa (1862-1867). La imagen conocida de Luis Montero fue
publicada en El Perú Ilustrado, Lima,25 de enero de 1890.
Antes
de viajar a Florencia por tercera vez bullía en el su propósito de pintar Los
Funerales de Atahualpa. Había iniciado el estudio de cada uno de los personajes
que aparecen en la escena Pizarro, el padre dominico Valverde, las hermanas del
inca y los soldados más representativos de la hueste perulera. A lo que se suma
una lectura profunda de la Historia del Descubrimiento y Conquista del Perú de
William Prescott y otros cronistas como un zahorí ansioso de reproducir el
momento. Se afirma que el propio artista es el tercer personaje del cuadro. La
imagen reúne a 33 personajes cuyos bocetos fueron esbozados al detalle. Algunos
críticos sostienen con pretensión esotérica que se trata de una alusión a la
edad de Cristo. Otros que las indias adoloridas que acompañan al difunto son
florentinas estremecidas por el dolor.
PRESCOTT
Y EL FINAL DEL INCA
Una
crónica de la prensa italiana
reproducida en Piura anota lo siguiente: “El cuerpo del Inca quedó toda la
noche en el lugar del suplicio. Al día siguiente fue trasladado a la Iglesia de
San Francisco, donde con gran pompa fueron celebradas sus exequias., Pizarro
con sus oficiales asistieron en traje de luto, y todas las tropas intervinieron
devotamente en la función fúnebre, La ceremonia fue interrumpida por muchos
gritos y sollozos, oídos de repente cerca de las de las puertas de la iglesia,
las que abriéndose violentamente, dejaron entrar a muchas mujeres y hermanas
del difunto; invadiendo estas la gran nave del templo se postraron alrededor
del cadáver, diciendo no ser así el modo de
celebrar los funerales de un
Inca, y declarando estar dispuestas a sacrificarse sobre su tumba y
acompañarlo al país de los espíritus.
Los
asistentes escandalizados por tan loco proceder, contestaron a las mujeres que
Atahualpa había muerto cristiano y que el Dios de los cristianos aborrecía
estos sacrificios. Luego las intimaron a salir de la iglesia, pero en el
momento de salir muchas se arrancaron la vida, con la vana esperanza de
acompañar a su querido amo a las resplandecientes moradas del sol.
LOS
FUNERALES DE ATAHUALPA
La
entonación del cuadro es robusta y el valiente autor logró encontrar bellísimos
efectos en una luz tranquila, sin caer en exageraciones. Este es nuestro juicio
del egregio Montero, juicio libre de pasiones y de segundos fines. El público y
sólo los inteligentes podrán ver que no nos hemos engañado”.
“Los
Funerales de Atahualpa” (1862-1867) es una patente sintonía con el Perú y su
historia. No es una pintura para ilustrar la historia sino un cuadro de género
histórico en un formato que captura la mirada de los diletantes. Un estudioso
apasionado de Montero que ha permitido seguir el itinerario del artista es
Marco Iván Cabrera Hernández, Historiador de Arte y autor de la tesis
“Academicismo y retrato en la obra pictórica de Luis Montero, UNMSM,2013.
En
su estancia en Florencia digno es de mencionar el apoyo del doctor don José
Luis Mesones Ubillús, huancabambino de nacimiento. Brillante abogado, político
y diplomático. Doctor en Jurisprudencia por la Universidad Nacional de Trujillo
(1849) rector, diputado y participante en la redacción de la Constitución de
1867. Una de las dificultades que tuvo que superar Montero fue la de pintar a
Atahualpa en su lecho de muerte. Para ello utilizó los apuntes de su amigo
fallecido Francisco Palemón Tinajero muerto por estos días.
PALEMÓN
TINAJERO LA INOMORTALIDAD DEL INCA
Palemón
Tinajero, era un talentoso dibujante y calígrafo que se estableció en Florencia
como amanuense del doctor Mesones Ubillús. Sus visitas al atelier de Montero
eran siempre celebradas por su generosidad en los tiempos difíciles. Palemón
Tinajero enfermo probablemente de tuberculosis no soportó el frío invierno. El
cadáver, conmocionó a Montero y fue el
modelo para el rictus de muerte del último inca. Según el testimonio de
don José Luis Mesones quien autorizó el modelaje póstumo: “Montero tenía necesidad
de un indio muerto para simbolizar al Inca; dibujó al pobre Tinajeros antes de
que lo pusiesen en su cajón”.
MESONES
UBILLÚS UN HUANCABAMBINO EN LA SANTA SEDEEl Diplomático Huancabambino doctor José Luis Mesones Ubillús
En
1867, trescientos treinta y cinco años después de la muerte del Inca Atahualpa,
el pintor peruano Luís Montero finalizó en Italia su cuadro Los funerales de
Atahualpa. En abril de 1867 la pintura estaba concluida, el cuadro medía 4,2 x
6,0 metros y pesaba aproximadamente 200 kg.
El doctor Mesones Ubillús desde Lima movió cielo y tierra para que el
cuadro de los funerales llegara al Perú. El periplo no fue breve. Arribó
primero a Río de Janeiro (Brasil) en donde Montero organizó la primera exhibición
pública del cuadro en el Teatro de San Pedro de Alcántara. La aprobación de la
prensa fue unánime. Incluso el Emperador
de Brasil y la familia real, contemplaron durante horas la obra, Posteriormente
prosiguieron las presentaciones con ciertas dificultades en Montevideo y Buenos
Aires.
UN
CUADRO QUE DEBE ESTAR EN EL CONGRESO
El
12 de septiembre de 1868 desembarcó en el Callao. En Lima la exposición, se
realizó en la sede de la Escuela Normal desde el 26 de septiembre de 1868.
Según la crónica periodística, asistieron más de treinta mil personas en los
primeros quince días. Luis Montero finalmente donó la pintura al Congreso de la
República del Perú, “como un obsequio simbólico, íntimo y profundo a la memoria
nacional”. La aceptación reconocida por ley no sólo daba cuenta de la valía de
Montero sino que le confería una medalla de oro al mérito artístico y un premio
económico de 20,000 soles como justo estímulo al artista. Tengo la plena
convicción y certeza que corresponde a los lectores de esta historia divulgar
esta obra en forma de relato fascinante para los piuranos de ayer y de hoy. Sin
duda que nos enriquece.
Piura,
agosto del 2025.
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