martes, 5 de diciembre de 2023

LA TACITA DE ORO DE LA URBE

Plaza de Armas de Piura (1874)

 
Por: Miguel Godos Curay

Con este nombre “la tacita de oro de la urbe” don Enrique López Albújar rinde homenaje en su poemario La Bandera y Anoche estuve en Piura, escrito en Tacna en febrero de 1951 y editado en 1954 a nuestra Plaza de Armas. El rincón más querido  y olvidado de la ciudad. Su existencia es un recado al corazón y a los recuerdos imborrables. Una devoción exultante brota a cada paso contemplando su verdor umbrío cuando cae la tarde. No merece el ocultamiento perverso de obra inconclusa y los trabajos mal hechos.

Alguna vez, en Paita, mi padre con lágrimas indignadas deploraba la barbarie con la fuente de la Plaza de Armas de Paita. Y cómo por pura cosmética perniciosa de algunos alcaldes se talan con motosierras añejos árboles que aún se mantienen en pie. Pocas son las plazas que mantienen su trazo original. La mayor parte de ellas son un  culto a la huachafería y a soldadura de fierros. Remodeladas con bancas enlosetadas nadie acude a ellas a descansar al mediodía porque arden. Pocas son las que preservan algarrobos, tamarindos y ficus añejos. Pocas las que tienen bancas de madera tradicionalmente apropiadas. La mayor parte de nuestras especies nativas son arrancadas de cuajo por improvisados jardineros adictos al comercio de la leña.

Nuestra Plaza de Armas requiere el sensible coraje de sus ciudadanos para no agonizar de negligencia e ignorancia. Pocos conocen que fue por gestiones del diputado Pablo Seminario Echeandía que el Presidente don José Balta obsequió a Piura (1870) la estatua de la libertad para ser colocada en el centro de la futura plaza de Armas. La ceremonia de inauguración se realizó 1874 con la presencia del Prefecto Manuel Tafur y el Alcalde Fernando Reusche. Según anota Vicente Rázuri en sus Recuerdos Piuranos (1961): “En el acto inaugural, Prefecto y Alcalde prepararon suntuosa fiesta.  El concejal don Joaquín Cardozo llevó la palabra oficial del Municipio. Luego el Prefecto corrió el velo, presentándose en todo su esplendor la figura simbólica de nuestras más caras libertades”.

Este salto de progreso, hace 149 años, fue una viva expresión de entusiasmo de sus autoridades por embellecer la plaza principal de Piura. La primera tarea fue plantar los árboles representativos de la ciudad: frondosos algarrobos y tamarindos. Esta tarea la asumió el propio alcalde Fernando Reusche que regó sus algarrobos y tamarindos con sangre de toro. Sin duda el propósito era modernizar y embellecer Piura. Cambiar la apariencia aldeana de la ciudad. Otro de los propulsores del embellecimiento de la ahora Plaza de Armas fue el Prefecto del Departamento Coronel Manuel Lorenzo Cornejo (1873-1874) quien formó en 1873 la Junta de Progreso con el fin de recaudar fondos para el mejoramiento del ornato[D1]  en la plaza principal. En esta cruzada se recolectó el aporte de los vecinos de Piura y otras provincias que efectuaron donaciones de manera voluntaria. Se recibieron aportes de generosos vecinos de Piura, Sechura, Catacaos, Sullana, Amotape y La Huaca los donativos enviados fueron depositados en el Banco de Piura con altruista propósito.

El diario “El Ferrocarril de Piura” (1874) en sucesivas ediciones da cuenta de las erogaciones de esta progresista iniciativa cívica. Entre los que se menciona al Prefecto gestor de la iniciativa y el de Alfredo F. Sears Jefe de la Comisión  de Irrigación del valle de Piura. Entre los vecinos de Sullana  se mencionan a Juan José Arellano, Roberto Barreto y José Cardó. De Amotape Francisco Arteaga, Jorge Woodhouse, y José Villar. De La Huaca, Santos Talledo, Manuel Raygada y Federico Trelles. De Tangarará Teodomiro Arrese,  De Monte Abierto Pedro Enrique Arrese. De Somate: José Félix Cortez, Miguel Cortez, Tomás Cortez entre otros adherentes.

El monto de lo recaudado ascendió a tres mil ochocientos pesos. Con este dinero fue posible la construcción de un paseo con dieciséis asientos. Se pavimentó el piso con ladrillo de la mejor calidad. La Junta de 1873 contrató los servicios del geólogo francés Gauhtenot para la construcción de un pozo que suministrara agua  para el riego de los jardines y árboles plantados. Según Federico Helguero, las gentes dieron en decir que había en este lugar un “volcán de agua”.

Antes de la colocación de la efigie  de mármol de la libertad en 1874: “Al centro circundada por una verja se levantaba la estatua de madera de la heroína colombiana doña Policarpa Salavarrieta LA POLA por mal nombre. Rodeándola un batiburrillo de mesitas de mercachifles”. Anota Helguero, al lado norte la Iglesia Matriz, en sus inmediaciones se ubicaban los carniceros y matarifes, rodeados de una caterva de perros de todo linaje que disputaban las piltrafas. Al costado oriental donde se ubicaba el Convento Betlemita verduleras y vendedoras de frutas de las huertas. Guabas, guayabas, mangos, naranjas y limones apetecidos. Ajíes de toda laya.

Pasada la tarde los palomillas invadían la plaza para con canastas en mano cernir las arenas y pescar centavos caídos de las talegas de las placeras. Menciona Helguero, en esta legión inolvidable,  a Maximiliano Frías, Juan Vicente Meléndez, Joaquín Ramírez, Matías Palma, José Andrés Lama y a Ricardo Ruso más tarde diputado por Piura. Durante las grandes celebraciones se improvisaba una Plaza de toros cerrando las bocacalles con fornidos maderos de algarrobo. Desde los balcones del cabildo y  las casas de los López y Seminario las familias piuranas presenciaban las celebradas corridas.

Los toros, de las lidias piuranas, procedían de los mejores corrales de Pabur y Huápalas. Para enardecerlos y convertirlos en fieras se empleaba ají pero pasado el ardor los animales retornaban  a su cotidiana mansedumbre y permitían el saltado a la torera e ingresaran al redondel improvisados mataperros ante el aplauso de la multitud. Para la festividades de fiestas patrias y las del patrono San Miguel, el 29 de septiembre, se quemaban vistosos “castillos” al lado de La Pola. Frente a ella se encendían candeladas para alegrar la noche y reunir a los más jóvenes.

En 1918 por espíritu cívico y entusiasmo progresista se fundó la Junta de Progreso Local presidida por el doctor Víctor Eguiguren, Vicepresidente  G. Seminario; Tesorero, Eduardo de la Jara; Secretario, doctor Juan Velasco. Vocales: Hugo Somerkamp, Alberto Temple, Carlos López, José Andrés de Lama y Abraham Camino. En 1920 presidía la junta César Cortez; Secretario, Federico Helguero; Vocales: E. Reusche, José Andrés Lama, Francisco Vegas, A. Castañeda, Carlos López Albújar  y Abraham Camino. Entre 1918 a 1923 el total erogado fue de veintiséis mil soles. De los cuales veintitrés mil se emplearon en la plaza y tres mil en la vereda del hospital. Las mejoras permitieron el enlosetado de los cuatro caminos hacia el centro de la plaza en donde se luce el monumento. Recuerda Federico Helguero, que uno de los piuranos con más cariño por las Plaza de Armas, por sus algarrobos y tamarindos, fue don Emilio Clark que durante muchos años cuidó de ella con su propio peculio y cubrió los gastos de su mantenimiento. De su intenso cariño. Fue así como Piura llegó a tener con orgullo el más hermoso parque de la ciudad. Enrique López Albújar, vecino de la desaparecida Casona, le dedica entrañables versos en su evocador poema: Anoche estuve en Piura.

Enrique López Albújar tributó desde Tacna un memorable homenaje a la
Plaza de Armas de su Piura familiar


Ejemplar de la primera edición de
La Bandera y Anoche estuve 
en Piura

12

“¿Y la lírica Plaza, la gran plaza/

 -tacita de oro de la urbe- /

en donde las banderas, las letras y las armas /

se juntan en los días clásicos y gloriosos /

para incensarse con el himno de la patria?

Ahí estaba intangible, invitando al reposo/

y a la meditación, impregnada en aromas /

y de opulentas flores estrellada.

Y en el centro, como una diosa griega, la Pola,

de pie, simbolizando hasta la eternidad

a lo que los libertos de Bolívar

llaman cuando la necesitan, Libertad.

Sí, Libertad, pero a la que ellos,

en las horas menguadas en que la ambición tienta

y hace al escarabajo dejar su estercolero,

y que los pobres diablos se tornen en ricos diablos

y que los Judas corran a ofrecerla en venta,

sorprenden y mancillan, ebrios de odio y anárquicos.

13

Mas yo no la vi así. Para mí en ese instante

no era la diosa augusta que el hombre tanto exalta

No pude verla como la viera yo de niño

cuando, feliz, en torno suyo correteaba

y profanaba su silencio con mis gritos.

Y es que entre las flores y árboles no puede estar bien nunca

la que a los hombres debe mostrarse siempre libre,

sin nada que deslustre su porte soberano,

forzosamente libre para así poder verla

como se ven las cumbres y los astros.”


domingo, 24 de septiembre de 2023

TRADICIÓN MERCEDARIA DE PAITA

Por: Miguel Godos Curay

Venerada imagen de Nuestra Señora de la Merced de Paita

La Orden  de Santa María de la Merced (1218-2023) tiene 805 años de existencia su carisma fundacional es la liberación en favor de los que sufren a causa de su fe y padecen las consecuencias de las nuevas formas de cautividad. Desde sus inicios se consagraron a la redención de los cautivos cristianos. En sus primeras contiendas se enfrentaron a los árabes que en su llamada “guerra santa” se apoderaron del norte de África, gran parte de España, el sur de Francia y Sicilia. El Mediterráneo se había convertido prácticamente en un lago musulmán. Los sarracenos saqueaban tierras y arrasaban víveres, animales, telas y metales preciosos. Hombres, mujeres y niños engrosaban el mercado de venta de esclavos. La piratería en el Mediterráneo utilizó fueron siempre arrebatos violentos para atemorizar a los cristianos y obtener  riquezas.

Seis siglos de enfrentamientos tuvieron como saldo miles de prisioneros en ambas  partes. A un lado los creyentes en Cristo al otro extremo los de Alá. La Ley primera del título XXIX  de las Siete Partidas de Alfonso X les denomina “cautivos”. Así se denominaba a "aquellos hombres que caen en prisión de hombres de otra creencia" Privados de su libertad. Para el Islam los cautivos eran esclavos y botín de guerra. Cristiano cautivo y cristiano esclavo eran lo mismo. La economía del siglo XIII se movía gracias al comercio de esclavos.

LA ESCLAVITUD HUMANA

En esta perversa trata de personas a  los esclavos blancos se les llamaba piezas de marfil, a los negros piezas de ébano. Piezas de caoba o de carey a los indios centroamericanos  llamados “indios nicaraguas” en las colonias de América. A los chinos y japoneses piezas de bambú. Como suele suceder en situaciones extremas los negros procedentes de África reemplazaron a los indios diezmados por el trabajo esclavo y las pandemias. En las haciendas costeras los chinos recibían un trato inhumano en condición de esclavos. Entre 1849 y 1874 ingresaron 100 mil chinos al Perú.

El comercio de seres humanos tiene raíces muy antiguas. En América se inició con la conquista de españoles, ingleses y portugueses en los siglos XV y XVI bajo una modalidad de comercio humano llamado “trata de blancas”, el término cayó en desuso pues involucra a personas de diferentes razas y culturas. Este tipo de comercio no se limita a las mujeres sino que se extiende a hombres, niños y niñas. Esta modalidad de tráfico humano tiene una estructura criminal que compromete a traficantes de personas, reclutadores, intermediarios, clientes, falsificadores, transportistas, empresarios que de prostíbulos, hospedajes, proxenetas y narcotraficantes. Ante las indiferencia de muchos Estados que mantienen la omisión y tolerancia ante este problema. Las Naciones Unidas estiman que anualmente esta actividad delictiva y criminal mueve 17,000 millones de dólares. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) calcula que 500,000 mujeres entran a Europa Occidental para el tráfico sexual.

LOS ANTECEDENTES DE LA OMINOSA ESCLAVITUD

Hubo alzamientos y rebeliones. Aunque los reyes cristianos y  moros alegaban respetar a los esclavos, el bandidaje, la piratería y los abusos estaban a la orden del día. La reacción frente a este fenómeno político y religioso fueron las cruzadas promovidas por los príncipes cristianos y el pueblo creyente en defensa de su fe y de los santos lugares. Con la aprobación de la Iglesia surgieron las Órdenes Religiosas Militares con el único propósito de combatir a los infieles Entre ellos están los freires de San Juan del Hospital (1113), los Templarios (1119), los Caballeros de Alcántara (1156), los Calatravos (1158) y la Orden de Santiago (1175).

A contrapelo y sólo con las armas del fervor y la caridad aparecieron las Órdenes Religiosas Redentoras. En este grupo destacan la Orden de la Santísima Trinidad, fundada en Francia por san Juan de Mata, y la Orden de la Merced, fundada en España por san Pedro Nolasco (1180-1245) con el amparo del Rey de Aragón. Las formas de obtener la libertad eran variadas: La fuga, la apostasía, autoliberación, canje, entrega de rehenes, redención (alfaqueque, exea, relioso redentor) o manumisión. El 10 de agosto de 1218, se constituyó oficialmente la Orden de Santa María de la Merced de la Redención de Cautivos, con toda solemnidad y notoriedad, en el altar mayor, erigido sobre la tumba de santa Eulalia, de la Catedral de la Santa Cruz de Barcelona.

MERCEDARIOS EN LA FUNDACIÓN DE SAN MIGUEL

El cronista Ruiz Navarro afirma que los mercedarios Fray. Miguel de Orenes y Fray. Vicente Martín estuvieron presentes en la fundación de  San Miguel de Tangarará, en 1532. Allí se quedaron cuando Pizarro después de escarmentar, en la hoguera, a trece curacas del Chira enrumbó hacia Cajamarca. De san Miguel posteriormente se dirigieron al Cuzco y otros frailes recién venidos  de Panamá marcharon a Lima. En 1534 Fray Sebastián Castañeda fundó el convento de la Merced del Cuzco, en Cusipata, que hasta hoy ocupa.

En 1535 aparecen en el Cuzco Fray. Antonio de Almanza y Fray. Antonio de Solís, quienes acompañaron, en calidad de capellanes, a Diego de Almagro en la expedición a Chile.  Otro ilustre mercedario fue Fray. Juan de Vargas. En el año 1533 se embarcó en Sevilla para Santa Marta. Le encontramos en el Perú en 1537, y al año siguiente en el Cuzco ya como prior del convento.

El año 1539, Fray, Sebastián Castañeda se encontraba en Huamanga, “donde asiste a la primera fundación de la ciudad de Quinua y luego a su traslado, siendo el primero en administrar los sacramentos en ella.” En aquella ocasión fundó el convento de su Orden en Huamanga.

Por su parte, los mercedarios Fray. Miguel de Orenes y Fray. Diego Martínez, desde Piura marcharon hacia Lima, donde en 1534, instalados a orillas del río Rímac, en una precaria vivienda llamada «el conventillo», tenían una ermita en Pachacamac, y desde allí realizaban visitas apostólicas a los pueblos vecinos de Surco, Lurigancho, Carabayllo, antes que Pizarro se dirigiera a la costa

En 1535 Fray. Miguel de Orenes fundó el convento de la Merced en el lugar donde está actualmente en Lima. Por algo esta casa se llamó convento máximo de San Miguel. Orenes, como superior de la Merced por largos años, organizó en Lima y en sus provincias las doctrinas o centros misionales, atendidos por los mercedarios. Al mismo tiempo, por su ascendencia moral y antigüedad en la tierra, fue consejero de conquistadores y gobernadores, y estuvo presente en cuantos acontecimientos tuvieron lugar en su tiempo, como alzamientos de los naturales y guerras civiles entre los conquistadores. La Orden de la Merced, en rapidísima expansión, durante el siglo XVI estableció conventos en Trujillo (1535), Huamanga (1540), Arequipa (1540) y Chachapoyas (1541).En Paita se erigió una ermita en 1532 sobre cuyos muros se levantó el antiguo santuario en el que se veneraba  la imagen  de la Merced y  la de los santos fundadores de la orden  Pedro Nolasco y Ramón Nonato.

LA VENERADA IMAGEN MERCEDARIA DE PAITA

La imagen porteña venerada en Paita, es muy probable fue traída por los primeros mercedarios quienes propagaron su devoción. El historiador español Vicente Rodríguez Casado no descarta la posibilidad que sea originaria de las Filipinas. Otros como don Miguel Justino Ramírez sostienen que fue obra de la Escuela Quiteña. El santuario que aún se mantiene en pie. Tiene la forma de una iglesia presbiteriana porque probablemente fue remozada por carpinteros navales de los balleneros americanos que recalaban por largas temporadas en Paita.

El Jesuita Mario Cicala, hacia 1767, dice al respecto lo siguiente: “La Iglesia de La Merced ocupa un hermoso primer plano y al no tener por detrás aquel elevado fondo de colinas […] los navegantes descubren desde lejos esa iglesia [e] inmediatamente saludan con cinco o seis cañonazos a la prodigiosa y hermosa imagen de María Santísima de las Mercedes y luego cantan la salve con las letanías lauretanas.

Innumerables son los prodigios y gracias que cuentan los paiteños, los marineros y los patronos de las naves, obrados por aquella imagen de María Santísima de las Mercedes, famosa en el Océano Pacífico y Mar del Sur. No hay patrón de una nave pequeña o grande, que antes de zarpar y darse a la vela, no encargue celebrar una misa solemne y reciba en ella la Sagrada Comunión, junto con sus marineros, dejando copiosas limosnas para las velas de cera y para las lámparas, otro tanto hacen todos cuantos entran en el puerto, inmediatamente después de desembarcar”.

En los muros de este templo se han ubicado grisallas coloniales que dan cuenta de su antiguo esplendor. Ahí se conservaban  las valvas de un  taclobo gigante  que se empleaban como fuentes de agua bendita. Según registra la historia el sabio y naturalista francés  Charles-Marie de La Condamine, (1735) quiso adquirirlas pagando su peso en plata lo que los feligreses no aceptaron. Cofrade de la Merced fue la patriota quiteña doña Manuela Sáenz (1797-1856) que encargó en carta a su compadre en Quito el general Juan José Flores, quien administraba sus rentas, la adquisición de una imagen del Niño Dios un primoroso “quitiño” que durante años se colocó a los pies de la imagen y que hasta ahora se conserva y venera. Todo un ritual de las devotas es el vestido de la Virgen ocasión en que luce sus alhajas de oro, zarcillos, esclavinas y cadenas. En sus manos luce un cetro y grillos simbólicos de su poder liberador.  

PAITA  Y EL ATAQUE DE PIRATAS, CORSARIOS Y FILIBUSTEROS

La palabra pirata procede del griego “peirates” que significa aventurarse y por extensión designa al aventurero actuando de manera libre sin dependencia de ningún gobierno. Su propósito es el obtener botines. Los piratas existen desde que había embarcaciones a las que asaltar. Corsario etimológicamente de latín “cursus” significa carrera. A diferencias de los piratas trabajaban bajo las órdenes de un gobierno y sólo atacaban embarcaciones de una nacionalidad determinada. La denominada “patente de corso” es la licencia que autoriza al corsario. Esta podía ser: Permiso de paso, Carta patente y Carta de represalia que eran las formas de contrato entre un pirata y al gobierno o monarca que prestaba su servicio. En América incursionaron bajo la protección de Inglaterra, Francia y Holanda sin una patente explícita.

Bucaneros, actuaron solo en la costas del Caribe durante el siglo XVII eran aventureros de distintas nacionalidades se dedicaban  al comercio de carne ahumada para proveer a otros piratas y contrabandistas. Su denominación para unos es una deformación de la voz “arawak” que designaba en caribeño a quienes preparaban la carne para su conservación. Otros la relacionan con el francés “boucan”   que designa a las barbacoas en donde se conservaba la carne salada, seca y ahumada. Se trata de europeos –franceses, holandeses, españoles- que viven de manera libre dedicados a la caza y comercio. Filibustero es una palabra originaria del francés “filibustier” que se traduce como corsario, saqueador  y obstruccionista del comercio. También designa a los partidarios de la emancipación  las antiguas provincias ultramarinas de España.

LA INTENSA ACTIVIDAD PORTUARIA DE PAITA

Paita escribe Fray Reginaldo de Lizárraga (1545-1615) fue un puerto de intensa actividad comercial en el siglo XVI "escala de todos los navíos que bajan del puerto de la Ciudad de los Reyes a Panamá y México, y de los que suben de allá para estos reinos". Paita  desde 1587, sufrió el ataque de  corsarios y filibusteros: Joris Van Spilbergen, Thomas Cávendish, John Clipperton y George Anson, vagan, insomnes, en la sombra de las noches porteñas. Paita se vio asaltado, innumerables veces por filibusteros Sir Francis Drake, en 1579, sale con dirección a Paita, al tener noticia del viaje de galeones cargados de tesoros. A la altura del cabo de San Francisco apresa al navío español "Sacafuego" y redujo a cenizas la Iglesia, el Monasterio y los principales edificios de la ciudad. En 1585, Eduardo Davis asedia la ciudad durante seis días y concluye por reducirla a cenizas.

Richard Hawkins


En el año de 1587 Sir Thomas Cavendish


apresó en Trujillo al piloto de un navío español y lo envió a Paita como parlamentario para exigir un cupo a los vecinos. Los paiteños reacios a negociar con el enemigo, llevándose al piloto mensajero, huyeron de la ciudad. Cavendish se apoderó de caudales y mercaderías y arrasó con la población. El asedio violento provocó la destrucción de Paita. En 1593 y en 1594  asaltó Paita Richard Hawkins. En 1615, Joris Van Spilbergen recaló en Paita, ya prevenido para la defensa. Por eso el temido y famoso corsario Spilbergen intentó desembarcar en la caleta de Colán, en donde le hizo frente la encomendera doña Paula Piraldo y Herrera de Andrade y Colmenero, quien movilizó  a los pobladores Indios para oponerse al desembarco. De ella dice Leguía y Martínez "a la cabeza de la numerosa columna, ocupó los puestos de mayor peligro, dio con ello el más varonil ejemplo y reconfortó el espíritu de sus improvisados milicianos". El piloto holandés, atemorizado ante los aprestos bélicos de doña Paula Piraldo, levó anclas y enrumbó a Filipinas.

El poeta colonial D. Luis Antonio de Oviedo y Herrera, Conde la Granja, en la estrofa LXXXIX, del canto XII, de su "Poema a Santa Rosa de Lima", exalta la proeza de la encomendera:

“Sigo al pirata a Paita, que me llama /

desde Colán su ilustre Encomendera /

doña Paula Piraldo, cuya Fama /

el puerto preservó de arder hoguera /

en la ocasión; y sus elogios clama /

con tal ponderación pluma extranjera /

que al Perú defraudara de esta gloria, /

la mía no honrara su memoria”.

 

El Rey Felipe III, el 15 de octubre de 1618, elogió la hazaña de la heroína paiteña. Doña Paula era a la vez, una mujer generosa y creyente.  En el año 1680 John Watlin, inglés, se dirige contra Paita, pero es rechazado vigorosamente. En el mismo año William Ambrose  Cowley y Thomas Eaton, del grupo de piratas capitaneados por el inglés Guarlin, recalan en, Paita, donde apresan dos navíos fondeados en la rada. El 21 de marzo de 1720 fue Paita incendiada y saqueada nuevamente por piratas franceses al mando de Juan Clipperton. Piratas ingleses la asaltaron nuevamente el 18 de noviembre de 1741, a las diez de la noche, bajo el comando de Anson. El pirata cometió toda clase de tropelías y abusos  -según la tradición- intentó decapitar la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de Las Mercedes. La huella del tajo aún se observa en el cuello de la venerada imagen.

El Jesuita Mario Cicala quien estuvo en el Puerto unos veinticinco años después de este asalto, anota lo siguiente: “No se debe olvidar el gran prodigio acaecido por aquella sagrada imagen de María Santísima de las Mercedes, durante la invasión de los ingleses capitaneada por el Almirante Anson, en el año indicado, a la ciudad de Paita. Al entrar aquellos impíos herejes en la Iglesia de la Merced, abandonada por los frailes, la saquearon completamente, luego de lo cual se pusieron los hábitos y ornamentos sagrados. 

Uno de ellos tuvo el atrevimiento de subirse al altar, y despojar a la Santísima Imagen de sus vestidos y adornos; la corona, pulseras, aretes, collares de perlas y demás joyas, pendientes del cuello y todos los demás adornos, después desenvainando un gran sable descargó sobre el cuello de la Imagen Sagrada un golpe con toda la fuerza de su brazo sacrílego, pronunciando mil blasfemias y palabras perversas contra la gran Madre de Dios. Descargó tantos y tantos golpes, hasta el cansancio de su endiablado brazo. Se puso luego con ambos brazos a asestar golpes de sable al cuello de la imagen, empeñándose con frenética furia a cortarlo del todo, más al ver frustrado su bestial propósito, descendió del altar y tiró al pavimento su sable, que de inmediato se rompió en pedazos pequeñísimos, como si se tratara del más frágil vidrio, por lo que el herético endemoniado y energúmeno agresor, se fue desesperado. Volvió sin embargo de inmediato, con mayor saña y furia y prendió fuego al altar y a la Iglesia; para reducirla a cenizas. 

Todo se quemó, menos la prodigiosa imagen de María Santísima, que quedó sin ningún daño del fuego. Solamente, por efecto de la serie de repetidos sablazos en el cuello, quedaron leves señales, ni más grandes ni profundas que el espesor de un delgado hilo de bramante. Yo, con mis ojos las observé varias veces y luego los religiosos hicieron teñir aquellas líneas del color de la sangre, para que pareciera una herida. Se me dijo que se procedió así, a fin de que desde abajo pudiera ser notado por todos”.

El 16 de noviembre de 1875, por disposición del Prefecto se instaló en la Iglesia la Merced el Colegio Electoral presidido por  el Sr. Baltazar Pallete.  A las 10 de la mañana, una vez reunidos 38 electores (más de dos tercios de los electores hábiles), se dio inicio al proceso electoral,  teniendo como uno de sus candidatos para Diputado Propietario a don Miguel Grau Seminario, miembro del Partido Civil, quien es elegido por mayoría absoluta, al obtener 38 votos. Conforme a la tradición los exámenes finales de la Escuela Náutica de Paita (1888-1900) que dirigía el Alférez de Fragata José Morales Saavedra y era su profesor don Daniel Castillo hasta su desaparición se realizaron con gran solemnidad en la Iglesia la Merced.

FRAY PEDRO URRACA EN PAITA

 

El padre Urraca.- Nació en España (Sigüenza, 1583), estudió con los jesuitas pero se incorporó a la orden mercedaria y llegó a Lima, donde se hizo sacerdote. Sus hagiógrafos cuentan que sufría constantes tentaciones del demonio que lograba vencer con rezos y cilicios. Según refieren, se ataba fuertemente una cadena a la cintura; estaba tan ceñida a su cuerpo que la piel empezó a crecer sobre ella. En cierta ocasión –prosiguen sus hagiógrafos- el diablo, furioso por los rezos de Urraca, lo persiguió por el claustro para golpearlo pero, milagrosamente, se abrió una pared para que se refugiara en la iglesia contigua. Dicen que tenía también el “don” de la profecía y que era un constante divulgador del culto de la Santísima Trinidad.

La cruz con la que predicaba es hoy objeto de veneración pública. Murió en 1657. En el librito Vida del V. P. Fr. Pedro Urraca de la Santísima Trinidad. Religioso de la Orden de la Merced, escrito por un religioso de la misma orden (Lima, s/f), es decir un texto casi anónimo, se lee lo siguiente: “Muchas veces robaba algunos ratos de su corto sueño para salir al claustro a orar o hacer alguna penitencia extraordinaria. Se cuenta que en una de esas ocasiones, después de orar al pie de la cruz, cargó con ella y, perseguido por el demonio, se abrió la pared de una manera milagrosa y el P. Urraca pasó tranquilamente por la hendidura cargando la cruz”.

Sus milagros y portentos eran noticia en Lima y Piura. Uno de estos correspondió al insólito encuentro con el nuevo virrey  Don Francisco de Borja y Aragón Príncipe de Esquilache (1615-1621) el virrey poeta, quien venía a asumir el gobierno y que acababa de desembarcar en Paita  A instancia del virrey, Fray. Pedro se integró a su comitiva en el viaje hacia Lima. Según las crónicas  del cofre del virrey cayó  en los  arenales del camino a San Miguel uno de sus diamantes sin que lo pudiese encontrar obligando a su séquito a cernir la arena sin resultados.  Fray. Pedro  quien marchaba sobre una dócil burra blanca extrañado  por los inusuales trajines se dirigió a su excelencia e indagó la causa de su desazón. El fraile metió la mano en la arena y la piedra preciosa apareció en la palma de su mano quedando todos estupefactos. El virrey  con los ojos desorbitados agradeció lo que según Fray Pedro era una prueba de la providencia a la paciencia del noble.

En Lima, Fray Pedro, acudía con regularidad a palacio a dirigir espiritualmente a las damas de la corte y a la princesa, de quien fue su confesor y a quien dedicó uno de los libros de espiritualidad que escribió y utilizó en su labor sacerdotal en algunos conventos de monjas, en donde tuvo muchas hijas de confesión. El virrey Príncipe de Esquilache, al retornar a España, en 1621, pidió a los prelados le diesen licencia a Fray. Pedro para que lo acompañara con su familia a España, lo que efectivamente se cumplió.

EL CIEGO DE LA MERCED:  UN MERCEDARIO PIURANO

Francisco del Castillo Andraca y Tamayo (¿Piura 1714?-Lima 1770).- Fue un poeta y dramaturgo de la orden mercedaria, hijo del corregidor Luis del Castillo y de Jordana Tamayo y Sosa. A pesar de que perdió la visión siendo niño, a los cuatro años, desarrolló, precozmente, una inteligencia y memoria sorprendentes; cuentan que solo de oídas aprendió Latín y Humanidades. Quedó huérfano en 1730, y heredó de su padre una imprenta y algunos bienes; sus parientes –dice su biografía- lo trataron de convencer para que contraiga matrimonio, pero el joven Francisco se rehusó y decidió optar por la vida religiosa. La Orden de La Merced le dispensó de su ceguera y le aceptó como lego en 1734.

De esta manera, El ciego de La Merced, como también le llamaron (para diferenciarlo de su homónimo, el jesuita), repetía disertaciones doctrinarias y poemas aprendidos solo de oídas; asimismo, comentaba, en forma de versos, los sucesos del día. También era llevado a tertulias en las que entonaba canciones sobre temas que le proponían y contestaba en verso las preguntas que le formulaban: incluso, dice que componía obras teatrales con los personajes que le describían, cuyas partes interpretaba inmediatamente con voz y gestos. Así, adquirió fama de brillante repentista sin que esto afectara la calidad de su cultura literaria. Murió en noviembre de 1770.

Aunque Castillo alcanzó fama en su tiempo y sus obras fueron preparadas para la imprenta, diversas circunstancias, entre ellas el juicio abierto a José Perfecto de Salas, su mecenas, hicieron que casi todas permanecieran inéditas, con lo que muchas de ellas quedaron olvidadas. Ricardo Palma le dedicó la tradición “El ciego de la Merced”, en las que reproduce sus más ingeniosas improvisaciones. La primera compilación de su obra la realizó el padre jesuita e historiador Rubén Vargas Ugarte (Castillo. Lima, 1948); su obra completa la publicaría Carlos Milla Batres en dos tomos en una tesis doctoral en San Marcos (1976) y César A. Debarbieri: Fray Francisco del Castillo O.M., Obra completa (Lima, 1996).

Sin duda, la historia de Paita y Piura, tiene en muchos  capítulos visos de tradición y leyenda. Su legado espiritual es invalorable.

Francisco del Castillo Andraca y Tamayo (¿Piura 1714?-Lima 1770).- Fue un poeta y dramaturgo de la orden mercedaria, hijo del corregidor Luis del Castillo y de Jordana Tamayo y Sosa. A pesar de que perdió la visión siendo niño, a los cuatro años, desarrolló, precozmente, una inteligencia y memoria sorprendentes; cuentan que solo de oídas aprendió Latín y Humanidades. Quedó huérfano en 1730, y heredó de su padre una imprenta y algunos bienes; sus parientes –dice su biografía- lo trataron de convencer para que contraiga matrimonio, pero el joven Francisco se rehusó y decidió optar por la vida religiosa. La Orden de La Merced le dispensó de su ceguera y le aceptó como lego en 1734.


La preciosa imagen  en 1960 fue coronada canónicamente por el Cardenal Richard Cushing legado pontificio al Congreso Eucarístico Nacional realizado en Piura. En 1985 Juan Pablo II con motivo de su visita a Piura le colocó una medalla como Estrella de la Evangelización. Piura, le tributa cada septiembre un sentido homenaje de amor filial que continuamente se renueva pese al paso de los años.

Este año se conmemora del Bicentenario de la proclamación de Nuestra Señora de las Mercedes como Gran Mariscala y Patrona de las Armas del Perú.  El Ayuntamiento de Paita la proclamó como Alcaldesa Perpetua de Paita por su permanente presencia en la historia de Paita desde los tiempos iniciales de la conquista española hasta nuestros días.

BIBLIOGRAFÍA

AMENAZAS GLOBALES A LA SEGURIDAD: LA TRATA DE PERSONAS, Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto de Estudios Internacionales (IDEI) 2005

APARICIO QUISPE Severo O. DE M. Obispo Auxiliar del Cusco, Mercedarios en la Evangelización del Perú. Revista Peruana de Historia Eclesiástica, 2 (1992) 91-151

CICALA  Mario, Descripción histórico-topográfica de la provincia de Quito de la Compañía de Jesús, Volumen1, BPR Publishers, 1994

DEL BUSTO DUTHURBURU José Antonio, La Hueste Perulera, Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial 1981.

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LUCENA  SALMORAL Manuel, Piratas, Bucaneros, Filibusteros y Corsarios en América, Perros, mendigos y otros malditos del mar,  Colección Mar y América, Editorial MAPFRE, 1992.

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PASTOR Ricardo, PAITA: SU HISTORIA Y SU LEYENDA,  en Prosistas Piuranos, (Primer Festival del Libro Piurano-Octubre 1958) https://puropiura.blogspot.com/2011

 

 


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lunes, 9 de enero de 2023

DISCURSO CONMEMORATIVO DEL BICENTÉSIMO SEGUNDO ANIVERSARIO DEL GRITO LIBERTARIO DE PIURA

Por: Miguel Godos Curay

Universidad Nacional de Piura

MIguel Gerónimo Seminario y Jaime


Piura, es el único rincón del Perú en donde el sol nunca se devalúa, porque hay sol todo el año, la chicha nunca se evapora y la amistad nunca se extingue. Un pueblo que se nutre de su pasado es un pueblo que tiene futuro. Y es un pueblo que asume con tenacidad su presente. Piura es Grau el epónimo almirante, pero también la retina encandilada de Merino, el sentido pleno de la justicia en un tribuno como Ignacio Escudero, una apuesta por la educación en Luciano Castillo, el socialista confeso que creó su universidad y el martirio en Paredes Maceda y Ramos Plata. Piura galvanizada contra los diluvios. Tus hijos, tus churres, tus jóvenes, tus mujeres, tus ancianos evocan hoy el Bicentésimo segundo aniversario de la Independencia de San Miguel de Piura.

Piura en el momento previo a la independencia tiene 44,497 habitantes, distribuidos en 23 poblaciones, grandes y pequeñas, tiene 58 haciendas de magnitud feudal. La mayor parte de la población es india y mestiza a los que se suman pardos libres de las vegas de Morropón, Tangarará, la Chira, y el Arenal que superan al número de criollos. San Miguel del Villar de Piura tiene 7,203  pobladores entre  españoles afincados desde la conquista, mestizos e indios de la Parroquia de San Sebastián.

El 4 de junio de 1812 los indígenas de Huarmaca encabezados por el oficial y alcalde de españoles de Huancabamba Silvestre Adrianzén y Francisco García iniciaron una protesta oponiéndose al pago del diezmo y la gruesa. A esta demanda se adhirieron los pueblos de Huancabamba, Sóndor, Sondorillo y los pueblos aledaños. El 9 de noviembre de 1812 las cortes de España abolieron las mitas y servicios personales de los indios. La medida fue interpretada como un acto de justicia acatándose sin reparos lo que dejó malparadas a las autoridades españolas locales.

A fines del siglo XVIII según el informe de Lecuanda tiene 44,497 habitantes distribuidos en 23 poblaciones de su vasto territorio. Existían 58 haciendas de magnitud feudal, algunos poblados a lo largo de los caminos para aprovisionar a los trajinantes. La población mayoritaria era india y mestiza a la que sumaban  pardos libres y mulatos en las vegas de Morropón. San Miguel del Villar de Piura tenía 7.203 habitantes entre  sus vecinos había españoles afincados desde los tiempos de la conquista y numerosos indios de la parroquia de San Sebastián al sur de la ciudad.

La economía de la Intendencia se sostenía  con el comercio del algodón, pescado seco salado provisto por Colán y Sechura. También  la venta de mulas para  los arrieros consideradas las más finas del Perú. No faltaban los hatos de cabras que también abastecían de sebo a las jabonerías, apreciada era la brea de Amotape para el calafateo de los navíos. También se comerciaba quina procedente de Huancabamba y Loja que era apreciada contra el paludismo y sogas, drizas y cabuyas de confección artesanal.

La Constitución de Cádiz se acató en Piura

El 31 de diciembre de 1812 José Mechato, Cacique de Catacaos, juró la Constitución de Cádiz. La constitución gaditana consideraba no sólo españoles a los nacidos en la península sino también a los nacidos en América incluyendo a los indios. Esta extensión de la nacionalidad sin distingos en una sociedad estamental, con castas y clases fue interpretada como un terremoto social. Para muchos el comienzo del fin.

Entre 1817 a 1820, la franja litoral de Piura, perdió su tranquilidad por la incursión y acoso de insurreccionistas como Guillermo Brown quien se enfrentó al propio Virrey Abascal. Paita, era presa de terrible temor a tal extremo que los vecinos y principales se trasladaron a Piura y poblaciones ribereñas del Chira abandonando el puerto. Los mismos temores se vivían en Tumbes. Los vecinos leales al rey temían por sus pertenencias. El Virrey dispuso la presencia en Paita del coronel Juan Antonio Monet con 236 hombres. En 1815 la Junta Superior de Lima advierte que toda la costa peruana está inundada de piratas protegidos por los insurgentes de Buenos Aires. Por este motivo se prohibió el fondeo en puerto de los balleneros ingleses y norteamericanos.

La víspera de la libertad es tiempo de espionaje. En 1818 José Fernández Paredes, bautizado como “Casio” espía del General san Martín daba cuenta que la población del norte del Perú y en especial la de San Miguel de Piura estaba mayoritariamente decidida por la causa de la libertad y era el momento, preciso. Piura se conmocionó cuando un domingo de septiembre en la puerta de la Catedral se fijó un pasquín con propaganda subversiva de Santa Fe.

De este hecho se responsabilizó al cura de Amotape José Mercedes Espinoza. Por este motivo el 29 de abril de 1819 el Obispo de Trujillo dispuso al vicario Tomás Diéguez recoja todos los libelos insidiosos que circulen por la diócesis. Audaz al extremo fue el cura de Cumbicus don Eusebio Carnero que conforme a las disposiciones del Rey y la constitución repartió las tierras sobrantes entre los indios y suprimió la pena de azotes. Periódicos insurgentes como “El Español Constitucional” circulaban en Piura.

La incursión de Cochrane en 1819

El 13 de abril 1819 Cochrane incursionó en Paita y la abandonó el 18 después de saquearlo totalmente y con rico botín a bordo. Días después fue saqueada Sechura. Motines se producen en Catacaos, Chalaco. En diciembre de 1820 los hacendados de Piura se negaron a pagar alcabalas argumentando que sus mercancías tenían que transportarse por tierra hasta Lima. En Piura también se recibió el breve  apostólico “Etsi Longissimo Terrarum” del Papa Pio V que amonestaba a los obispos la fidelidad y obediencia debida al rey de España.

En 1820 el Partido de Piura debido vivía una verdadera conmoción política. El intenso tráfico comercial con la independizada provincia de Guayaquil, el intercambio con Loja y Cuenca por el Macará, y el comercio de arrieraje con Lambayeque vivía, provocó un genuino contagio de fervor revolucionario e independentista.

Tras esta afirmación separatista hay en el pueblo una viva esperanza en una vida mejor. Sostiene José Agustín de la Puente y Candamo, “que no se puede entender a la Independencia, sino se atiende primero a la circunstancia de incertidumbre, de gran vacilación, de grandes transformaciones y cambios que se opera en el mundo occidental y en el Perú a finales del XVIII y advenimiento del XIX.”

Las familias patriotas de Piura

Advierte Leguía y Martínez : entre los piuranos terratenientes, había espíritus patriotas prueba de ello es la adhesión de los León, los Cortés, los Carrasco, los Seminario, los Raygada y los Frías. Entre los Seminario don Jerónimo, entre los León José María y Pedro, alcalde y subdelegado del Partido por ausencia del comandante militar de la plaza don José Valdez, entre los Cortés don Tomás el ciego patriota y entre los Carrasco don Juan José, cuyo domicilio, era un centro de conspiración. Junto a estos precursores mostraron pública adhesión a la causa liberal los trujillanos Manuel Diéguez, don Tomás Diéguez, Cura de Catacaos y Vicario de Piura más tarde obispo de Trujillo, los alcaldes de primera y segunda nominación, don José de Lama y don Nazario García, el síndico procurador don José Manuel López, el futuro coronel don Francisco Vargas Machuca, don Pedro José Torres, el comerciante español Manuel Rejón, el pudiente y próspero comerciante don Manuel Rodríguez, el administrador de correos don Manuel Valle y el amanuense de éste don José María Arellano, cuya relación da cuenta pormenorizada de los acontecimientos de Piura.

Los entusiastas jóvenes paiteños: Eugenio, Buenaventura y José María Raygada este último, comandante militar de Sechura, secundaron inmediatamente el movimiento separatista. Los artesanos como el maestro carpintero don José Antonio Vilela y el zapatero Mariano Mendiburo con su audacia y resolución consumaron con firmeza el pronunciamiento.

Era comandante militar de Piura don José Valdez, comandaba la fuerza militar en la costa norte don Vicente González, que en aquel entonces operaba en Azuay y Loja. El coronel José María Casariego, venido al Perú en 1812 estaba al mando del famoso regimiento Talavera. Casariego, comandaba una fuerza de 600 hombres engrosada en el Partido de Piura, el coronel don Joaquín Germán, era comandante de un escuadrón de Cazadores cuya mitad se encontraba en Lambayeque. Los nobles ricos de Piura y realistas poderosos eran encabezados por el marqués de Salinas don Francisco Javier de Paredes Noriega y Domínguez quien presidía las milicias lugareñas y se comprometió con su amigo Valdez a liquidar todo movimiento a favor de la libertad. Pero la semilla había germinado en lenta maduración y ahora daba frutos.

Los carolinos secundaron la propagación de las proclamas

En Sullana entre los patriotas está Ignacio Sandoval. En Piura había una buena legión de “carolinos” discípulos de Rodríguez de Mendoza y Sánchez Carrión. Piuranos de inteligencias luminosas y corazones volcánicos por la causa de la independencia. Los piuranos, dice Lecuanda: “son muy hábiles y laboriosos, pero tenaces en la defensa de sus fueros: para ello les presta materia la suma afición que tienen al ejercicio de papeles, habiendo producido este país insignes juristas”. En Piura, existía una animosidad favorable y las noticias de la presencia de la escuadra de Cochrane anunciando la expedición del General San Martín eran noticia que se repetía en el mercado y la plaza.

Pero veamos lo que sucedió en Piura. Los pliegos enviados por el marques intendente de Trujillo fueron traídos a Piura por don Luis Ugarte. Según las crónicas los pliegos fueron recibidos a las 10.00 de la mañana del día 3 y fueron entregados inmediatamente al administrador de correos, Manuel del Valle. Inmediatamente se constituyó en casa del alcalde de la ciudad, subdelegado accidental don Pedro León. El amanuense Arellano, por su parte envió la correspondencia que Ugarte traía también para Germán Casariego y la dirigida hacia Sullana para el coronel José Valdez subdelegado propietario de la jurisdicción.

El alcalde convocó inmediatamente a una reunión popular, Casariego desesperado intentó detener la distribución de los pliegos acudiendo al Cuartel El Carmen en donde extrajo las únicas cuatro piezas de artillería y la colocó en las bocacalles de El cuerno y Real con el propósito de amilanar a los piuranos. Mientras tanto en casa del doctor Juan José Carrasco, miembro del ayuntamiento, se invitó a Casariego quien concurrió “aparentando sentimientos de concordia”.

Fue en esas circunstancias en las que don Manuel Diéguez pronunció estas frases tan altivas como esta: “Puede usted, señor coronel, con sus fusiles y cañones, reducir la población a polvo o cenizas; pero, con ello no ganaría usted la mínima gloria, y antes bien se cubrirá de ignominia eterna, sepa que, de todas partes, del infierno mismo, brotarán legiones vengadoras de la sangre de unos ciudadanos, como los de Piura, pacíficos e indefensos”.

Vecinos se congregaron en Convento de San Francisco

Pasadas las 10.00 de la noche se colocaron carteles en las esquinas, en la que se convocaba a reunión, para el día siguiente 4 de enero a las 8.00 de la mañana en el convento supreso de San Francisco. En esta cita solemne se daría lectura pública a los pliegos de Torres Tagle. Con este propósito el vicario Diéguez, ofreció toque de rogativa en todos los templos de la ciudad. Para mover a los jóvenes se comisionó a Eugenio y Buenaventura Raygada, a José María Arellano, José Manuel López a quienes se sumaron el sargento primero de milicias José Antonio Vilela para persuadir a las tropas.

A las 12.00 todos los vecinos y población sen encontraban en San Francisco. No surtieron efecto los gritos de amenaza, castigo y exaltación. En la cita están presentes Germán y Casariego. El alcalde Pedro León consulta a viva voz cómo debe abrirse el pliego. Casariego toma la palabra y dice, en tono desdeñoso, veamos qué es lo que quiere ese Marqués y discutamos que le debemos responder. Diéguez intervino para decir que en esta cita faltan los miembros de la tropa, que también son ciudadanos y que deben venir desarmados a la convocatoria. El pedido es coreado por los concurrentes. La población entusiasmada pide que vengan inmediatamente.

Finalmente, Casariego arrinconado se queda solo y se designan emisarios para que se dirijan a los cuarteles. Para el Carmen, el Marqués de Salinas, don Francisco Javier Fernández de Paredes, para el Cabildo don Miguel Jerónimo Seminario Jaime. La asamblea atenta espera el resultado. Se viven momentos de tensión. Entre vivas patrióticas hacen su ingreso los pelotones de soldados desarmados. Los recién venidos uniformados sonríen frente a las aclamaciones. En esos momentos de tensión y ánimos exaltados los soldados se confunden con la multitud y fraternizan al grito de ¡Viva la libertad!

Casariego y Germán, previendo el desenlace, abandonan el lugar pero son detenidos por el artesano Mariano Mendiburo quien grita enérgicamente: ¡Que no salgan! ¡Que no salgan! A viva voz repetía la asamblea. Los realistas quedan como rehenes bajo la custodia del pueblo. La decisión unánime es la de que el pueblo haga guardia en los cuarteles. Al cuartel del Cabildo se envía a Miguel Jerónimo Seminario y Jaime y al ex delegado José Merino y para el cuartel El Carmen , al Síndico procurador José Manuel López, a Buenaventura Raygada y a Tomás Arellano. El entusiasta fervor patriótico exige la lectura de los pliegos, lo que en efecto realiza Pedro León, la proclama de Torre Tagle invoca a los piuranos imitar el ejemplo de Trujillo. El silencio es hondo. Diéguez toma la palabra e incita el entusiasmo cívico finalmente se escuchan los gritos de ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!. Las campanas de San Francisco frenéticas dan cuenta del unánime acuerdo.

Miguel Jerónimo Seminario comandante militar patriota

En este momento de fervor se produce una circunstancia infortunada. El Marqués de Salinas Don Francisco Javier Fernández de Paredes introduce entre el gentío al platero Francisco Madrid y al barbero Bauzá, que en estado de ebriedad y a boca de jarro profieren gritos diciendo que morirán por el Rey. Alegando que habiendo opiniones divididas no hay acuerdo. Finalmente fueron acallados por el gentío que hizo escarnio con ellos. Fernández de Paredes fue padre de don Teodoro de los Santos Fernández de Paredes, muerto en Frías a los 21 años y en cuya memoria edificó con su peculio el Cementerio San Teodoro que fue estrenado el 28 de enero 1838.

¡El pueblo ya decidió! se escuchó al unísono. Todo el gentío se dirige al Cabildo para estampar su firma en el acta patriótica. Todos juran la libertad. Inmediatamente se eligen a las nuevas autoridades. Se designa gobernador a Manuel Diéguez y comandante militar de la plaza a Miguel Jerónimo Seminario y Jaime. Se elige a José de Lama y Nazario García como alcaldes para acompañar a Diéguez cuya renuncia no es aceptada quedando así conformada la primera Junta de Gobierno de Piura libre. A las tres de tarde Piura vive su fervor cívico. El personaje del momento es don Miguel Jerónimo Seminario y Jaime que demostró energía y civismo en el sometimiento de la guardia de la cárcel y el cuartel. Fue una jornada cívica impecable y sin derramamiento de sangre y la propia lealtad de las autoridades realistas fue respetada sin el menor ultraje.

Horas más tarde, el cabo, Macario Gómez, en estado de ebriedad, atacó con bayoneta al patriota Tomás Arellano, primer centinela puesto por la patria, hiriéndolo. El hecho exaltó al pueblo. El 5 de enero de 1821 la Junta Gubernativa elegida por el pueblo, expidió un bando, fijando el 6 del mismo mes para la solemne jura de la libertad y la independencia. El día 6 hubo salva de 21 cañonazos, solemne Misa de gracias en la que el pueblo de Piura dio vivas demostraciones de civismo, de cultura y de patriotismo. Piura se adhirió a la causa de la libertad.

Este acto cívico no es una ceremonia ritual para los piuranos. Es la conmemoración de la voluntad soberana de nuestros antepasados que en su momento entendieron que la libertad es un don precioso que hay que preservar.  La libertad, soporte de la democracia nos obliga a construir una Piura de progreso, en donde los niños, los jóvenes y sus madres sean fuente viva de inspiración de las más importantes decisiones del cabildo. Son enormes los desafíos y hoy mismo estamos escribiendo una página de la historia. Señor Alcalde, Señores Regidores, distinguidas autoridades aquí presentes atiendan siempre el clamor del pueblo, la voz del pueblo es la voz de Dios, fuente de justicia y de genuina libertad. ¡Viva Piura! ¡Viva el Perú!