UN BLOG QUE REUNE TEXTOS SIGNIFICATIVOS DE LA HISTORIA DE PIURA DIRIGIDOS ESPECIALMENTE A ESTUDIANTES Y DOCENTES COMO UNA CONTRIBUCION AL FORTALECIMIENTO DE LA IDENTIDAD REGIONAL
lunes, 29 de agosto de 2011
INDEPENDENCIA DE PIURA
Por José María Arellano
De las incidencias ocurridas en la proclamación de la Independencia de esta ciudad de Piura en el glorioso día cuatro de enero de 1821.
Cuando esta ciudad se hallaba en estado de la mayor abyección, inocencia o ignorancia, que eran muy pocos los adictos al sistema de Libertad e Independencia, que generalmente se creía que los patriotas llamados entonces insurgentes eran de otra especie, por lo que deseaban conocerlos; cuando nadie se ocupaba de las operaciones del Ejército Libertador en Huaura, sino uno que otro joven, por instinto o por noticias vagas, y cuando generalmente, se ignoraba el Estado del Ejército y sus progresos, sino por medio de rumores sin datos; y aún sin el más pequeño antecedente ni prevención de ningún género, como a las 10 del día 3 de enero de 1821, llegó a esta Administración de Correos el conductor de los de Truxillo, Dr. Luis Ugarte, despechado por el gobierno independiente que se había instalado en aquella ciudad a consecuencia de un cambio político encabezado por el Sr. Brigadier y Marqués Dr. José Bernardo Tagle que era el Intendente del Departamento por el Gobierno Español.
Este conductor entregó en dicha administración unos pliegos dirigidos por el nuevo Gobierno a las Municipalidades de esta Ciudad y de la provincia, con prevención en el sobre de que se abriesen en presencia de todo el pueblo, y uno para el Comandante Militar de la misma que lo era a esa fecha el Teniente Coronel de Talavera Dn. José Valdez, sujeto de carácter, de capacidad, de valor, de integridad y buenas disposiciones, así como de … y otro al Comandante General de la Costa el Sr. Brigadier Dn. Joaquín Germán, hombre inactivo y pusilánime.
Luego que el Administrador recibió el Parte que trajo el conductor de la Administración de Truxillo, le dirigió con el amanuense de la misma oficina, D. José María Arellano, al Teniente Dn. José María Casariego, Comandante del Batallón de Línea que guarnecía esta ciudad, el pliego rotulado al Jefe Militar de la Provincia que se hallaba ausente en el pueblo de la Punta, y una carta particular para Casariego del mismo Sr. Tagle, invitándole para que tomase partido; y dicho amanuense así lo cumplió poniendo una y otra en manos de dicho jefe que en esos momentos se hallaba presidiendo un Consejo de Guerra que se le hacía al Comandante de milicias Dn. Pedro Seminario.
Pocos momentos después, se apersonó al Comandante Casariego en la Administración de Correos, en donde previno al Administrador entregase el Subdelegado interino D. Pedro de León, piurano, que era el Presidente de la Municipalidad, el pliego rotulado a ella, y que se reservase los demás en la estafeta hasta segunda orden.
Luego entró en consulta con el referido Administrador sobre la conducta que debía observar esas circunstancias haciéndole varias reflexiones e cuya consecuencia, y con la madurez que caracterizaba a aquel empleado que lo era el Sr. Valle le contestó substancialmente: que sí conocía lo critico de las circunstancias como le había manifestado; que si no quería hostilizar al pueblo como acaba de expresarle; y si estaba penetrado del estado de la opinión, dejase obrar al pueblo libremente, pero que fuera cual fuese su verdadero modo de pensar, no debía en ningún caso emplear las armas, ni envolver a un pueblo pacífico en desgracia, mucho menos si hacía fuerza en su ánimo la poderosa reflexión de que el General San Martín una vez puesto en el Perú no podía retrogradar de la empresa que lo había traído aun cuando sufriese algunos contrastes.
Casariego repuso que la tropa no se plegaba al movimiento de Trujillo, que éste era aislado y efecto sólo de un despacho de Torre Tagle, que desaprobaba la opinión; que le General San Martín había recibido reveses de consideración que no podían menos que obligarlo a regresar a Chile, porque le ejército español era formidable, leal, valiente, aguerrido y que le batallón pedía a gritos que quería marchar a Trujillo a castigar la traición de Torre Tagle, en cuya consecuencia le expresó el administrador hiciera lo que conviniese, pues su modo de pensar era el que había manifestado, porque veía las cosas sin pasión.
Pasada esta conferencia particular se dirigió Casariego a los cuarteles de la Plaza y el Carmen, formó las compañías que había en ellos, las proclamó –anunciándoles su resolución de marchar a Trujillo-, vivó al Rey –las municionó-, estableció retenes –prohibió la puerta-, entusiasmó a los soldados de tal modo que ni con sus familias querían estos comunicar, es decir los incomunicó absolutamente con la población y los puso en actitud hostil amenazante, hasta el extremo de ofrecerles, según se rugió, saqueo y estupro libres, si se conducían con fidelidad en el caso de que el pueblo quisiese adherirse al movimiento de Trujillo; últimamente, situó cuatro piezas de artillería de a dos con mechas encendidas en los bocacalles de la plaza y puso en la misma actitud un piquete de caballería de doce a quince hombres que también había en esta ciudad, a cargo de los Sargentos Estrado y Prada.
Mientras esto sucedía, el pueblo ignoraba todo, y no sabía a qué atribuir tales preparativos; pero tanto la ocurrencia de Trujillo, como las providencias hostiles de Casariego, se fueron propagando que ya los habitantes fueron irritándose por grados, y recreciendo en ellos por momentos el odio a los españoles que ya se había generalizado hasta en las masas, no obstante el estado de abyección que se ha indicado al principio.
Como a las diez de la noche se pusieron carteles en las esquinas convocando al pueblo a las 8 de la mañana del 4 para la apertura del pliego remitido del gobierno de Trujillo a la Municipalidad, señalando al efecto el Convento de San Francisco por ser un punto más independiente y separado de los cuarteles.
A prima noche hubo sus conferencias amistosas en las casas del Sr. León y Dn Juan José Carrasco. En la primera tuvo lugar una disputa del comandante Casariego con Dn. Manuel Diéguez, la que terminó por decirle esté, que no se le ocultaba, que con la fuerza que tenía podía reducir a polvo si quería toda la población; pero que también sabía que no reportaría en esto ninguna gloria, sino que antes bien, se cubriría de oprobio y de ignominia eternos; y que se vomitarían legiones de demonios de los infiernos a vengar la sangre de unos pacíficos e indefensos. En la segunda sólo se y trató entre los concurrentes ciudadanos de concordar el modo que debían conducirse en el acto a que se les convocaba; pero no faltó uno que le pasó al Sr. Germán una lista de los sospechosos de insurgentes, y el Sr. Vicario de la Provincia, Dn. D. Tomás Diéguez, se excusó de asistir con su clero, en el que se acordó una rogativa en todas las iglesias desde la mañana en que debía tener lugar la reunión popular.
Entre tanto, reinaba en toda la población una quietud que parecía imperturbable; mas como a las 13 de la noche D. José Manuel López, mi primo, D. Ventura Raygada, mi hermano Tomás y otros jóvenes patriotas principiaron a moverse unos a otros para promover modos de secundar el movimiento de Trujillo; pero sin plan y sin cabeza. Los pocos de ésta se pusieron en pie, tocaron con sus relaciones y me tocaron para que saliese con ellos asegurándome que había un fermento grande y algún dinero para ganar la tropa; pero que era imposible comunicar con ellas, mas yo estaba enfermo, impedido de salir al aire, y a mi nombre les dije que movieran unos que otros viejos artesanos de mi confianza, que les designé, porque tenían ascendiente en la población, entre los cuales es muy digno de honrosa mención el nombre del maestro Mayor de Carpintería y Sargento del Batallón de Milicias Dn. José Antonio Vilela que en esas circunstancias y demás lances peligrosos se condujo con entusiasmo heroico, y de este modo amanecido, el pueblo dispuesto a todo, menos los narigones, que eran todos Godasos, y tanto que el Comandante de dicho Batallón Dn. Manuel Carrasco hizo llamar de la reunión del día 4 al Sargento Vilela, y le intimó: “cuidado José Antonio, primero tu Rey”. El pueblo por su lealtad y firmeza le hizo capitán que le confirmó luego el General San Martín y más tarde se le confirió la clase de Mayor y el Busto de Libertador.
En estos trabajos, rayó el Sol del memorable cuatro de enero, anunciando con sus fuertes resplandores la gloria de que había de cubrirse el pueblo piurano en ese tan peligroso como fausto día y transmitiendo su extraordinario calor del que necesitaban los pacíficos corazones de los piuranos, para conseguirlo en la primera vez que se presentaban a una empresa tan ardua y arriesgada, y que recordaran siempre con orgullo, porque a ella son sin duda debidos los gloriosos sucesos posteriores de nuestra emancipación política hasta la inmortal Jornada de Ayacucho.
Desde las 8 de la mañana del 4, empezó a concurrir el pueblo al punto indicado de San Francisco y una lúgubre plegaria se oyó en todas las iglesias; algunas mujeres del populacho también gritaban espontáneamente, sin ser aconsejadas, por las ventanas del cuartel, improbando a los soldados que sin duda le pertenecían, su conducta de estar adheridos a los españoles, y como a las 11 del día había ya en dicho Convento un considerable número de pueblo de ambos sexos, que lo llenaba y ocupaba mucha parte de esa calle. Las disposiciones hostiles de casariego, las bravatas y las de algunos españoles imprudentes que asistieron, habían inflamado tanto los ánimos que ya se hablaba con despecho y se les quería hacer desaparecer, cuya exaltación y coraje contenían los patriotas más prudentes y de espera que querían ver el último resultado para proceder después bien cargados de razón, con más justicia.
En este estado de efervescencia del pueblo, y de la actitud hostil y amenazante de la tropa, se abrió la sesión presidida por el subdelegado interino Dn. Pedro de León, a la que concurrieron algunos cabildantes, muchos vecinos propietarios y artesanos, viejos, y mozos y el General Germán, el Comandante Casariego sin asistir el Clero que se excusó por justas reflexiones que expuso a la Municipalidad el Vicario de la Provincia en su contestación oficial.
Se abrió después la discusión y el Comandante Casariego expuso que habiendo ya un innumerable número de pueblo presente, debía procederse a la apertura del pliego; le impugnó Dn. Manuel Diéguez fundándose en que la prevención puesta en tema, decía “que se abriese a presencia de todo el pueblo”; y que siendo parte integrante de él los soldados, también debían concurrir como ciudadanos a ese acto. La cuestión se sostuvo con calor por ambas partes, apoyando el pueblo con extraordinario entusiasmo los discursos del señor Diéguez, los que al fin tuvieron como resultado el que el Comandante Casariego diese orden para que compareciese la tropa; y habiendo sido comunicadas a los cuarteles: al del Carmen con el Sr. Marqués de Salinas, Dn. Francisco Javier González de Paredes y Noriega, y al de la Plaza con Don Miguel Gerónimo Seminario y Jayme. La tropa se negó enfurecida y en el del Carmen, al recibir las órdenes, cargó estrepitosamente sus armas a discresión gritando viva el Rey; pero el Capitán Ortiz, sea dicho en el obsequio de la justicia, la contuvo reprendiéndola; que la tropa en cualquier acto y circunstancia debía guardar mayor subordinación. En el de la Plaza, se prestó a concurrir; pero con fusiles, queriendo hacerlo con bayonetas, muchos se opusieron a esto, exponiendo que debían concurrir enteramente desarmados como estaba el pueblo. Un joven, Buenaventura Raygada, dijo con intrepidez en altas e inteligentes palabras “que viniesen aunque fuese con bayonetas, que nada harían con ellas”, bien que ya a un tiempo se habían armado muchos si no todos.
En tal estado, y en el de estar casi toda la pobla¬ción reunida en San Francisco y con una decisión que bien podía calificarse de extraordinario des¬pecho, propusieron al-General Germán y el Co¬mandante Casariego que ellos irían a conducir la tropa desarmada como se quería, en lo que con¬vinieron inmediatamente todos; pero al atravesar el patio dichos jefes, un zapatero llamado Manuel Mendiburo, hablando por instinto con una previ¬sión tan admirable como oportuna y levantando la voz en medio de la multitud, grito: Que no sal¬gan los SS Germán y Casariego y qué queden en este lugar a los resultados de su tropa. Esta voz estentórea, puede decirse celestial, la repitió simultáneamente el pueblo de un modo imponen¬te, y al oiría perdieron el color ambos jefes y volvieron a sus asientos ya aturdidos; y poco a poco y sin estrépito, se les fueron sacando, las órdenes, que eran, necesarias para asegurar el buen éxito que se quería.
Las expidieron, efectivamente, desde ese ins¬tante, según y corno se las exigieron, quien sabe si esto de temor, con la esperanza de que su pre¬sencia les impondría a los soldados; y concurrie¬ron las compañías al Convento de San Francisco. Luego que se presenciaron dijo el Comandante Casariego: Que ya estaba allí la tropa; pero que los guardias no podían asistir porque quedarían los cuarteles en acefalía; se le contestó a esto que mientras venían las guardias podían encargarse de los cuarteles dos sujetos de toda responsabili¬dad que mereciesen la confianza del pueblo. Así se verificó, y don Miguel Jerónimo Seminario y Jaime y Dn. José Merino con algunos hombres que les acompañaron pasaron al Cuartel de la Plaza, y al del Carmen con otros, el Procurador de la ciudad Dn. José Manuel López, Dn. Buenaventura Raygada, mi hermano, y algunos otros. Luego que avisaron Seminario y Jayme de un cuartel y Ray¬gada del otro, se propuso en dicha Junta que se les preguntase a los soldados que si asistían a, ese acto como tales o como ciudadanos, contestaron unánimemente a voz en cuello que como ciudadanos; a esto Sucedió un viva general del pueblo y los soldados que unos tiraron las gorras por los aires y otros las rompieron, de cuyo modo tan raro como portentoso y providencial, quedó disuelto el batallón y las armas con sus Jefes en poder de los Patriotas.
Consiguientemente, se abrió el pliego que era una proclama del Sr. Torre Tagle y una nota a la Municipalidad, excitando el patriotismo de los pue¬blos para, que se uniesen a su sistema, en razón de los fundamentos opuestos en la primera. Leí¬dos estos documentos, se invitó a todos los con¬currentes a que particular, o generalmente,' ex¬pusieran si querían o no plegarse al movimiento de Trujillo; el pueblo trepidó unos momentos que¬dando en un profundo silencio que apenas se per¬cibía la respiración de los concurrentes; pero vuel¬to a preguntar por el mismo Sr. Diéguez, contes¬taron por unanimidad que se unían en todo al pro¬nunciamiento de Trujillo adoptando desde ese acto el sistema proclamado por el Intendente del De¬partamento y protegido por el Ejército Libertador en Huaura, a cuya aterrante voz para los Españo¬les contestaron las campanas del Convento de San Francisco, con un repique que más luego se hizo general. Mas en estos críticos momentos se apro¬ximaron a la mesa un barbero Bauza del Sr. Pa¬redes y un platero Francisco Madrid en estado de embriaguez en que parece se les había llevado calculadamente, y dijeron en alta voz que ellos morirían por su Rey, pero que el Pueblo, despre¬ció en medio de su furor. Con este ridículo como miserable motivo y en medio de este solemne acontecimiento, fausto y memorable, sólo se hizo notar el señor Marqués de Salinas, Coronel de milicias, Dn. Francisco Xavier Fernández de Pa¬redes por su imprudencia e impopularidad, pues fue el único, que en esos momentos de crisis, abu¬sando del carácter suave y moderado de un pue¬blo pacífico, se opuso a su voluntad soberana que acababa de asumir, argullendo que el pueblo es¬taba dividido, por lo que dijeron sus dependien¬tes, y levantando el brazo para enseñar los galo¬nes de tal y su bastón, dijo: Mi investidura acredita mi decisión, y mientras que los jefes españo¬les y el sub-delegado habían obtenido el resulta¬do que se ha demostrado, recayó el mando militar de la misma, al Capitán de Milicias Dn. Miguel Gerónimo Seminarioy Jaime; pero el primero pro¬puso que se le asociaran a él para que le ayuda¬sen los alcaldes Dn. José Lamas y Dn. Nazario García, de que resultó la formación de la Junta Gubernativa; y terminó el acto para juramentar a los jefes españoles, que se retiraron con el sub¬delegado a sus casas sin recibir siquiera el menor ultraje.
Después de todo esto que concluyó como a las 3 de la tarde, sucedía un repique general de cam¬panas: sin que ocurriese ninguna novedad grave más que la herida de un cabo del batallón disuelto. Macario Gómez, que sólo él intentó, quizá ebrio hacer una reacción en el Cuartel del Carmen, de cuya guardia de prevención tomó un sable apro¬vechando de que todos los que la componían es¬taban en el interior, y acometió con él al primer centinela puesto por la patria, que era mi herma¬no Tomás, quien en su defensa le hizo un tiro, que errado le caló la bayoneta de tetilla a tetilla, por entre cuero y carne, mas como acudieron al tiro, le prendieron, pues aunque el Comandante Militar Dn. José Valdez llegó a las 7 de la noche, ya fue tarde y no pudo emplear sus disposiciones y energía.
Consiguientemente dispuso el nuevo jefe mili¬tar que, Dn. José .María Arellano se hiciese cargo del piquete de caballería que también se desarmó. Los guardias se reforzaron con voluntarios y de igual modo se establecieron patrullas de a pie y de a caballo mandadas por ciudadanos que se ofre¬cieron voluntariamente para conservar el orden, que no fue interrumpido en lo menor en medio cíe una crisis como la, que se ha referido.
El 5 en la tarde se anunció la Jura de la Inde¬pendencia por un Bando, el más solemne que se ha visto en esta Ciudad hasta el día. Al salir de la Casa de Gobierno, proveyó una salva de 21 cañonazos que después se repitió de siete, luego que se publicaba en cada esquina, y se concluyó con otra de 21. No puede pintarse con exactitud ni es posible darse una idea ni aproximada del entu¬siasmo que desplegó este pueblo desde ese mo¬mento. Basta decir que lo manifestaron a porfía del modo que cada uno pudo. La iluminación fue grande hasta el amanecer lo mismo que las diver¬siones a que se entregó el pueblo con orden admi¬rable, y el día de Reyes, 6 de Enero, en que se juró la Independencia en esta ciudad, fue saluda¬da su aurora con otra salva de 21 cañonazos y solemnizado el Juramento, con una suntuosísima Misa de gracias, solemnizada con Te Deum y sal¬vas; una concurrencia nunca vista que no cabía en el templo, con la escarapela de la Patria mu¬cha parte de ella, y basta los oficiales españoles que habían tomado partido, y todo género de demostraciones públicas de alegría, que no es posible describir.
Así se proclamó en Piura la Independencia sobre 600 bayonetas inmejorables que guarnecían la provincia, escogidas de la primera flor de ella que se hallaba virgen, mandadas por jefes y oficiales ex¬perimenta dos, con un ejército en Cuenca que avan¬zaba hasta Loja, mandado por el arrojado y bien experimentado Coronel González D. Vicente, y con otro formidable de más de 3,400 hombres en Lima mandados por generales que después de ven¬cidos en Ayacucho han hecho prodigios en España.
Después de estos primeros días ya fueron llegando las guarniciones que había en Sechura, Paita y Tumbes.
Entonces se procedió al arreglo de una compa¬ñía de línea, cuyo mando confirió el pueblo al subteniente del batallón disuelto, Dn. José María Raygada, que ascendió igualmente a la clase de teniente, pues aunque lo primero que se propuso fue darle la de capitán por la entera confianza que en él se tenía, por un Gamonal de los que ha¬bían principiado a sacar la cara se opuso obser¬vando: "Que eso es mucho, porque mañana llega¬rá a ser jefe y ha de querer venir a mandarnos" y después los han mandado muchos mercachifles sueltos y la hez de otros miserables rincones, y los han vejado a discreción y de todos modos.
De esta relación puede tomarse lo que parezca esencialmente útil para el objeto con que se ha pedido; y puede omitirse también (si conviene) algunos nombres que se han estampado en ella porque ha parecido de necesidad hacerlo al dar dicha relación.
(Primer Festival del Libro Piurano-Octubre 1958)
ILUSTRACIONES:
Tumba de Miguel Gerónimo Seminario y Jaime (22.04.1851,Nicho Nº 20, Cementerio San Teodoro.
Tumba de don José de Lama,benefactor de los pobres, Nicho Nº 14, Cementerio San Teodoro.
Mapa de Piura en Trujillo del Perú, del Obispo Martínez de Compañón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSi bien nos calificamos como patriotas y exclamamos amar a nuestra patria,no lo hacemos del todo, porque amar nuestra tierra no solo es saber y sentirse orgulloso por su presente sino también es conocer su pasado,su historia, las luchas y logros de nuestros antepasados. Gracias a este blog los piuranos tenemos un portal en el cual se nos facilita saber sobre nuestra historia, sobre nuestros bravos pobladores; la independencia de Piura debe ser de interés para todos y asi reafirmar nuestrop orgullo patriota
ResponderEliminarquien es el autor del artículo
ResponderEliminarquien es el autor de este articulo
ResponderEliminarEs el texto de José María Arellano cronista y testigo presencial de los acontecimientos del 4 de enero de 1821. No es un artículo periodístico sino un testimonio de lo acontecido.
ResponderEliminar