miércoles, 31 de agosto de 2011

PIURA Y EL DESARROLLO PROGRESISTA DEL PERÚ


Por: EDMUNDO CORNEJO UBILLÚS

Por el sentido de permanencia que adquiere la actividad del hombre cuando ella se orienta no sólo a empujar la historia de la colectividad regional inmediata, sino de todo el agregado social que responde a los conceptos de nacionalidad y Estado, nos hemos decidido a glosar en esta oportunidad, algunos capítulos del hacer piurano que en categoría de fundamentales aportes para el estudio y solución de diversos problemas del país, marca hitos singulares que jalonan el desarrollo progresista de la historia patria.

Tales aportes son, por lo demás, la lógica consecuencia del espíritu piurano que no se angosta en las márgenes de un cerrado regionalismo, sino que entiende su preocupación hacia el amplio panorama de la nacionalidad. De allí que Piura -surco asoleado y fecundo- muestre con orgullo, pero sin jactancia, el nutrido registro de piuranos cuya obra, esforzada y seria, tiene prestancia y proyección nacionales.

Tras la reseña y significado de aquellos aportes enrumbaremos, pues, este trabajo, ocupándonos, concretamente, de la obra realizada por cuatro piuranos significativos frente a los siguientes planteamientos nacionales:

Primera reforma republicana para la enseñanza de la ciencia médica: Cayetano Heredia
Cuando Ramón Castilla, en setiembre de 1856, aprueba el Reglamento Orgánico de la Facultad de Medicina, otorgaba, en buena cuenta, el reconocimiento del Perú a la obra de un hombre que en largos años de esfuerzo y sacrificio, había trazado para beneficio del país, una nueva etapa en la enseñanza de la ciencia médica. Era el reconocimiento al talento y apostolado del gran cataquense: don Cayetano Heredia.

En un pueblo cuyas instituciones estaban muy lejos de constituir un cuadro organizado que les permitiese responder a las exigencias de una colectividad que por su propia cuenta se iniciaba en el sistema político republicano, la obra de Heredia, fruto de una titánica lucha contra la falta de recursos, la incomprensión y el tiempo, tuvo fundamentales proyecciones. Representó un esfuerzo tesonero y abnegado que comienza en 1834, al ser nombrado Rector del Colegio Médico de la independencia, y que toma cuerpo definitivo en el nuevo Reglamento y Plan de Estudios que prepara y pone en vigencia el año 1842, reemplazando al Cuadro Sinóptico de Hipólito Unanue.

La Reforma de Heredia significó la quiebra del ciclo empírico y la iniciación de la etapa científica de la medicina dentro del país. La estructuración del Cuadro de asignaturas con inclusión de las que se debían al progreso de la ciencia; la orientación social de la profesión médica, colocán¬dola al servicio de la colectividad; la enseñanza pragmática; la rigurosidad de los estudios y prue¬bas correspondientes; la definición de la .Escuela Médica como unidad espiritual integrada por autoridades, profesores y alumnos; y la reorganización y ampliación de gabinetes y bibliotecas, concretizan los puntos fundamentales de dicha reforma. Pero Heredia fue más lejos. Fue hacia la formación del personal docente especializado. Para ello, y con su propio peculio, costeó los estudios de perfeccionamiento, en Francia, de los alumnos más destacados, con muchos de los cuales, posteriormente se conformaría uno de los cuadros más brillantes de la docencia médica. Ofreciendo finalmente su último aporte, Heredia redacta el proyecto de Reglamento a base del cual se creaba la Facultad de Medicina, en setiembre de 1856.

Protomédico, por jerarquía y por apostolado, Heredia al inaugurar el año académico de la Facultad, en su calidad de primer Decano, tuvo te sa¬tisfacción de declarar: "Para llegar a esto, ha sido necesario mucho esfuerzo y sacrificio. Encargado dé la Dirección del Colegio de la Independencia, me encontré rodeado de obstáculos y sin los elementos más indispensables' para la instrucción. Faltaban los útiles de enseñanza; faltaban los alumnos; faltaban los profesores; era necesario crearlo y Organizarlo todo. No ignoraba que esta obra requería fuerzas físicas y morales más vigorosas quedas que yo poseía; pero me alentaron el amor a mi profesión y el conocimiento de que había pocas personas que quisieran imponerse una tarea tan penosa y al mismo tiempo tan lucrativa".

La historia de la Medicina y de su enseñanza en el Perú tienen, pues, en Heredia no sólo al precursor, sino al reformador qué superando una etapa de limitación y desprestigio, superchería y empirismo, las coloca en su verdadero campo científico y deja la organización docente que su naturaleza y progreso requerían.

Política nacional de irrigaciones y función social de la propiedad agraria: Ignacio Escudero

Por la realidad geográfica peruana, dispersa en una costa parda y extensa apenas salpicada por unas cuantas manchas de vegetación, una sierra de difícil y abrupta topografía, y una selva verdaderamente asfixiante y de penosa conquista, el Perú, desde épocas prehispánicas, ha tenido que enfrentarse al problema de ganar áreas de producción para obtener los recursos necesarios, y satisfacer las exigencias de Su población. Solucionado en tiempos incásicos, por las estupendas obras de ingeniería y la política colectivista implantada, el problema adquiere nuevas y serias características por el hecho de la conquista y coloniaje al quebrar totalmente las soluciones antes logradas y desviar el eje sustantivo de la actividad económica de un pueblo. Esta herencia, que se recoge y acrecienta en la República, habrá de derivar hacia diversos campos socioeconómicos, agravando, cada vez más, las generales y esmirriadas condiciones de vida de nuestras poblaciones.

Preocupado por esta alarmante realidad y con una visión de vastas proyecciones, un piurano, Ignacio Escudero y Valdivieso, sorprende a las ilustres figuras de la Convención Nacional de 1855, fundamentando brillantemente el primer proyecto de irrigación de la costa peruana (enero de 1856).

El legislador piurano al plantear su proyecto "verdaderamente grande y revolucionario", traza en premisas justas, la realidad agraria nacional; destaca la importancia de la actividad agrícola; fustiga el sistema feudalista; esgrime un nuevo concepto de propiedad; expone la importancia y la viabilidad de las irrigaciones; exhorta a los capitalistas nacionales a fin de que "disipen el pen-samiento, algún tanto degradante para una nación de ir a colocar sus fondos en bancos extranjeros" cuando pueden "hacerlo en el banco de la agricultura, nacional" y da la voz de alerta no sólo para el Perú sino para América, a fin de que los pueblos intertropicales de este continente "despierten del sueño de la esclavitud". Ignacio Escudero es, así, el precursor de la política nacional de irrigaciones en nuestra era republicana; y al mismo tiempo, por su rebelde y sincera argumentación, es uno de los primeros propugnaciones de la función social de la propiedad y la reforma agraria, que hoy constituyen definidos principios doctrinarios.

Baste para justificar nuestra afirmación algunos fragmentos de su discurso parlamentario, pronunciado como fundamentación de su proyecto y transcrito en parte por Carlos Chávez Sánchez, en su valioso estudio titulado "Ignacio Escudero, Tribuno de la Convención Nacional de 1855", Dijo Escudero: "¿Qué es lo que hacemos nosotros, semiseñores feudales, con esas provincias que poseemos con el nombre de haciendas? Producir como uno cuando pudieran producir como ciento y como mil; continuar la servidumbre moral de los colonos, que es la peor de todas las servidumbres; atacar hasta cierto punto el derecho de propiedad de la humanidad; y lo que es peor, retardar el engrandecimiento de la nación.

Donde no hay división de propiedad no hay agricultura; donde no hay agricultura no hay población, no hay poder. . . El proyecto va a realizar en la sociedad los derechos del hombre, escritos hasta ahora estérilmente en una hoja de papel, como serán estériles por siempre mientras que del desarrollo material de la sociedad no brote espontáneamente el desarrollo de su inteligencia."

Planeamiento socio-económico del problema indígena: Hildebrando Castro Pozo

La presencia de la población indígena, colmando un elevado porcentaje de nuestro total demográfico y ofreciendo características peculiares en su manera de ser, en su economía y en sus relaciones con el resto del agregado humano del Perú, constituye el vertebral problema sociológico que hunde su raíz en el acontecimiento histórico de la conquista, y se proyecta con sus espinosas conse-cuencias por todo lo que va de nuestro decurso republicano.

Dicha población indígena nos vincula a la etapa prehispánica arrastrando una serie de instituciones que si bien conservan en algunos casos las virtudes de su tiempo, muestran, en otros, las deformaciones ocasionadas ya sea por el brusco rompimiento de su proceso, o por su contacto con instituciones occidentales trasplantadas a estas tierras de América, o por la intencionada actitud de quienes consideraron y consideran al indígena como blanco propicio para la explotación y el vejamen.

El estudio de estas instituciones, para el modus operandi de la incorporación de ese sector humano al cauce activo y amplio de la vida nacional, significa trazar, en definitiva, el derrotero que guiase a la más conveniente solución.

Hurgando muy hondo, basta el meollo mismo del problema, y a la luz de los principios doctrinarios del socialismo científico, un ayabaquino, Hildebrando Castro Pozo, nos alcanza su enjundioso y medular trabajo sobre "Nuestra Comunidad Indígena", primera defensa orgánica documentada de dicha institución, como afirma José Carlos Mariátegui. En dicha obra, dada a la estampa de 1.924, Castro Pozo, con acopio de datos sigue el desarrollo histórico de la Comunidad; recoge directamente su organización, sus costumbres y actividades; analiza e interpreta su significación económico-social; sostiene y demuestra sus "evidentes posibilidades de evolución y desarrollo"; presenta el cuadro de su clasificación, anotando las características de cada grupo; y con apreciación aguda y justa, concluye afirmando que la "comunidad indígena conserva dos grandes principios fue hasta el presente ni la ciencia sociológica ni el empirismo de los grandes industriales han podido resolver satisfactoriamente: "el contrato múltiple de trabajo y la realización de éste con menor desgaste fisiológico y en un ambiente de agradabilidad y compañerismo".

Completando esa obra, Castro Pozo, en 1936, edita su segundo estudio sociológico titulado "Del Ayllu al Cooperativismo Socialista". En él plasma las conclusiones definitivas de su analítica y profunda investigación.

Rastreando en las diversas épocas de nuestro proceso, sigue al hombre peruano en sus diversas manifestaciones hasta su estabilidad colectiva en los clanes y ayllus; anota en estos su organización, actividades y desarrollo; señala su situación preincaica, incaica y colonial; expone su estado de servidumbre en las haciendas costaneras y serranas de los tiempos republicanos; y nos muestra la comunidad indígena como saldo de la trayectoria socioeconómica del pueblo aborigen.

Frente al problema agrario plantea el dilema de "Seguir viviendo la ruta impresa por las modalidades económicas coloniales o dar curso a las aspiraciones comunitarias con la finalidad de modernizar las instituciones, racionar la producción y dar un nuevo contenido ideológico a la con-ciencia agraria de nuestras masas sociales". Convencido de lo último, Castro Pozo propugna la transformación de la Comunidad en Cooperativismo Socialista. Marca el itinerario para el establecimiento de las cooperativas; traza el cuadro correspondiente de organización y clases; y se detiene frente a los aspectos del trabajo y la instrucción, formulando para este último los proyectos de escuelas comunales, escuelas-talleres, granjas-escuelas y escuelas-agrarias.

Si con criterio, diríamos imparcial, observamos las actitudes de los últimos, años, se han seguido frente a este problema, podríamos establecer que en el Perú aun cuando con diferentes nombres y hasta con patentes extranjeras y desde luego no en forma integral, se están aplicando las conclusiones de los estudios de Hildebrando Castro Pozo.

Estudios técnicos para la industrialización del Perú actual: Juan Nicolás Portocarrero

El desarrollo general del país y su paulatino ingreso a la etapa de la industrialización, en la cual la técnica y la ciencia modernas deben ponerse al servicio de las obras de gran envergadura y aliento para satisfacer necesidades cada vez mayores, exige la sistemática y cuidadosa preparación de una serie de datos, planteamientos y estudios relacionados con los diferentes aspectos de nuestros recursos físicos potenciales.

El cuadro estadístico, las curvas gráficas y el cálculo matemático van adquiriendo así jerarquía, utilidad y urgencia nacionales. El estudio geológico del suelo y subsuelo para la extracción de nuevos elementos; el conocimiento de los recursos hidrológicos aprovechables en la actividad agropecuaria; el registro de la fuerza motriz utilizable por el dominio de la naturaleza; y el reajuste técnico de instrumentos legales para normar situaciones nuevas, constituyen premisas básicas que es evidente plantear, debida y afanosamente, para sobre ellas edificar el Perú que esté de «cara al nuevo ciclo de la Humanidad.

Alentando ese trascendente afán, un huancabambino, don Juan Nicolás Portocarrero, ofrece al país los resultados concretos de su actividad tesonera e intensa, ejercida con verdadero amor a la patria, con un exigente sentido de responsabilidad, en una elocuente lección de modestia y con un desbordante y contagioso optimismo. Frutó de esa actividad es su "Cuadro total de los recursos hidráulicos del Perú", en sus tres cuencas: la del Pacífico, la del Titicaca y las de Amazonas o del Atlántico, cálculos estos de valiosa utilidad para el aprovechamiento de fuerza motriz e instalación de centrales hidroeléctricas. Su estudio sobre "Sedimentos arrastrados por los ríos de la Costa" es de fundamental conocimiento en la técnica del colmateo o colín ataje para ganar y mejorar (tierras mediante rellenos en las zonas bajas y pobres, con materiales arrastrados por los ríos. Este estudio es requerido, además por la ingeniería portuaria en la ubicación de los muelles, "Cuadros de descargas máximas y mínimas en los ríos de la Costa”, es otro trabajo de gran, importancia para prever los daños de las crecientes y levantar las defensas necesarias en las zonas ribereñas, así como para el trazo de las obras viales especialmente en la construcción, de puentes.

Fue miembro de destacada labor en la Comisión Carbonífera, y Siderúrgica para Marcona y el Santa, dos empresas en las que se sustentará buen porcentaje de la economía nacional y que tendrán repercusiones enormes en la industrialización del país. Como presidente de la Comisión. Reformadora del Código de Aguas, aporta su incansable actividad y su claro juicio en la redacción del correspondiente proyecto que dentro del plazo fijado para su preparación presenta al Poder Ejecutivo, Por último, sus estudios sobre el ferrocarril de penetración en el norte y los que se refieren a irrigaciones en Piura y Lambayeque, avalan, aún más, la obra nacional y fecunda de Juan Nicolás Portocarrero,

Así los aportes medulares de los piuranos, por cuya vera hemos transitado a tranco largo. A través de ellos, bien puede decirse de la presencia y prestancia piurana en la actividad constructiva del Perú: en la organización de sus instituciones fundamentales en el análisis de la realidad agro-económica y la forma como incrementarla, en el estudio del problema social y el planteamiento de sus soluciones, y, por último en el aporte de elementos básicos para la industrialización nacional. Ojalá que la esforzada obra de quienes supieron mantener esta presencia y prestancia, no sólo sea un recuerdo digno de elogio, sino la buena semilla que, fructifica, en todos los tiempos.
Ilustración:Cayetano Heredia
(PRIMER FESTIVAL DEL LIBRO PIURANO- OCTUBRE 1958)

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